jueves, 27 de diciembre de 2012

AMIGOS COMO NOSOTROS


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

Hoy examinaremos la décima piedra preciosa de las murallas de la Nueva Jerusalén. Se llama crisopraso. De hecho, el crisopraso es una variedad de calcedonia de color verde manzana. Me pregunto por qué Dios puso dos clases de la misma piedra en las murallas de la Nueva Jerusalén. ¿Será que se le acabaron las piedras preciosas? No lo creo. Hay muchos tipos de piedras preciosas que él pudo haber utilizado para la muralla. Entonces, ¿por qué lo hizo?
Lamento decirte que no tengo la respuesta, pero esto me hizo recordar a mis mejores amigos. ¿Por qué? Porque creo que Dios pone en nuestras vidas gente que se parece mucho a uno para bendecirnos. Estos son los amigos con los que podemos jugar y conversar y que a pesar de saber cómo somos nos siguen amando. Ellos son un poquito diferentes a nosotros, como la calcedonia y el crisopraso, pero se parecen mucho en varios aspectos. ¿No te alegra que nuestro Dios haya sido tan bueno al haber puesto personas tan maravillosas en nuestra vida que sean tan parecidas a nosotros? ¡En verdad Dios nos ama!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA NECESIDAD DE TODO CRISTIANO


Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe.  (Gálatas 5:22)

Creo que el ser humano hace muchas cosas buscando su felicidad, pero estas no le proporcionan un gozo duradero y real. Entre esas cosas se encuentran las que intentamos para satisfacer los deseos de la carne. Pero el placer carnal es momentáneo y egoísta, no considera a los demás sino solo a uno mismo, y no genera frutos positivos y mucho menos duraderos. Algunas de estas prácticas conducen a vicios que minan la salud física, emocional y espiritual.
Por ejemplo, cuando alguien recurre a las bebidas alcohólicas, experimenta un gozo falso, porque el mismo es pasajero y poco saludable. Por otro lado, quien persigue el gozo genuino acude a Dios en busca de un gozo verdadero y duradero.
Jesús nos mostró cómo vivir gozosos a pesar de las dificultades y problemas que nos toque enfrentar aquí. Y ese gozo no se basa en intentar satisfacer los deseos ni alcanzar el placer temporal, sino en la búsqueda de la paz espiritual. Jesús pudo soportar cada prueba, cada tentación y cada maltrato que recibió con valor y con gozo, porque contemplaba la redención de la raza humana.
«Que el instrumento humano considere el hecho solemne de que el día del ajuste de cuentas está ante nosotros, y que diariamente estamos decidiendo cuál será nuestro destino eterno. El Maestro examina cada caso individual, y trata personalmente con los talentos que nos ha confiado. Qué solemne es el día del ajuste de cuentas. Ese día hará empalidecer muchos rostros. El interés futuro y eterno de cada alma depende de las decisiones que se realicen en aquel día. Tendremos gozo inefable o indecible calamidad y desgracia, los horrores de la desesperación. Cuánto le agradará a Jesús recompensar a cada fiel obrero. Cada deber lealmente realizado recibirá su bendición. Entonces pronunciará las palabras: "Bien hecho"» (A fin de conocerle, p. 325).
Debemos mantener nuestra mirada fija en Jesús y compartir el gozo que nos espera en un futuro no muy lejano, cuando Dios restaure todas las cosas a su estado original. Entonces nuestro gozo, al igual que el de Jesús, estará cumplido y lo experimentaremos a plenitud, aunque ahora lo veamos únicamente con los ojos de la fe.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa

¡POR NADA DEL MUNDO!


Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. Apocalipsis 3:11, NVI

Elie era apenas un adolescente cuando fue capturado por los alemanes y trasladado junto a su padre a un campo de concentración, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Una de las experiencias desagradables que recuerda Elie se produjo cuando un capataz llamado Franek se dio cuenta de que Elie tenía una corona dental; es decir, un diente de oro. De inmediato, el hombre le propuso mejorarle su ración de comida si a cambio le daba su corona. Pero Elie se negó, alegando que sin ella no podría comer.
—Si no me das esa corona, te vas a arrepentir —lo amenazó el capataz. 
—Lo consultaré con mi padre —respondió Elie, tratando de ganar tiempo. 
—Pregúntale a tu padre, pero quiero una respuesta para mañana.
Aunque su padre se negó, Elie al final aceptó entregar su corona. Lo hizo, no solo pensando en la ración de comida, sino en especial para proteger a su padre, quien tenía serias dificultades para mantener el paso durante las marchas forzadas. Cada vez que el padre de Elie se equivocaba, Franek aprovechaba para golpearlo. Fue así como una tarde, con ayuda de un dentista polaco, Elie aceptó que le arrancaran la corona. A partir de ese momento, el trato de Franek hacia ellos mejoró y lo mismo ocurrió con la ración de comida. Pero la dicha no duró mucho: unas dos semanas después, Franek fue trasladado a otro campo de concentración. Elie se quedó sin su corona y sin su ración extra de comida.
«Cambié mi corona por nada», escribió Elie Wiesel, años más tarde, en su libro Night (Noche; extraído de The Night Trílogy, p. 62).
Nuestro texto de hoy nos exhorta a luchar para que nadie nos arrebate el premio supremo: la corona de la vida eterna. ¿Cómo lograrlo? Las Escrituras nos dan la fórmula ganadora: tenemos que despojarnos del «pecado que nos enreda», y correr «con fortaleza la carrera que tenemos por delante» (Heb. 12:1), puestos los ojos en Jesús, el campeón de nuestra fe. Que no te pase como a Esaú, que cambió la primogenitura por un plato de lentejas; o como a Judas, que cambió su corona por treinta piezas de plata.  Fija hoy tus ojos en Cristo.  Él es la perla de gran precio, tu tesoro más valioso.  Y cambiar ese tesoro… ¡No, señor! ¡Por nada del mundo!

Padre celestial gracias por darnos en Cristo el tesoro más valioso del universo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

NO SE ENOJE


«Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?» Hebreos 12:7

Tengo un nieto de once años. Los últimos años ha desarrollado una afición. Le gusta hacer fuegos artificiales. Esto significa que tiene que manejar productos químicos explosivos. Aunque es joven, ha aprendido mucho de química. Pero eso conlleva peligros. El otro día, mi hijo y yo hablábamos al respecto. Nos preocupa que algún día se queme o se lesione los ojos. Tiene poca experiencia con los explosivos y, a su edad, los niños no siempre son prudentes.
Pues bien, ¿qué puede hacer su padre (mi hijo) ante ese problema? Una posibilidad es ignorarlo y dejar que haga lo que quiera. Otra posibilidad es prohibirle totalmente que haga fuegos artificiales. Todavía hay otra posibilidad: dejar que siga, pero bajo estricta vigilancia.
Por supuesto, a nuestro nieto le gustaría que su papá lo dejara hacer lo que quisiera. Pero, puesto que mi hijo ama a su niño, lo disciplinará.  Es decir, que hará todo lo que pueda para impedir que su hijo se ponga en peligro. Y no lo hará por si mismo, sino por el bien de su hijo, porque lo ama. 
A veces, los cristianos hacemos cosas o vamos en una dirección que tarde o temprano acabará por dañar nuestra vida espiritual. Por supuesto, Jesús podría no hacer nada y dejar que suceda. Pero, de actuar así, no sería nuestro amoroso Salvador. Puesto que somos sus hijos, está especialmente interesado en nosotros: no quiere que nos extraviemos de camino al cielo.
Unas veces permite que suframos las consecuencias de las decisiones que tomamos. Otras, permite que en la vida se nos tuerzan las cosas con el fin de que volvamos al camino correcto.
Cuando sienta la tentación de preguntar «¿por qué?», piense en el versículo de hoy. Aquí tiene otro: «Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete» (Apoc. 3:19).  Basado en Apocalipsis 3:19

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

miércoles, 26 de diciembre de 2012

UNO AL LADO DEL OTRO


«El quinto, sardónice; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; y el duodécimo, amatista» (Apocalipsis 21:20, BLA).

¿Puedes creerlo? Las murallas de la Nueva Jerusalén son tan grandes que ya llevamos tres días caminando alrededor de ellas. La piedra preciosa que estudiaremos hoy se llama sardónice. La sardónice es muy hermosa y está compuesta de varias capas.
Es como si tuvieras una cobija roja, una cobija blanca, una cobija marrón y una cobija negra puestas una encima de la otra. Después, encima de esas cobijas colocas de nuevo una cobija roja, una blanca, una marrón y una negra. Ahora tendrías una pila de cobijas muy colorida, ¿no? Bueno, la sardónice es así, solo que en vez de cobijas son capas de piedra. Imagínate todos esos colores juntos, uno al lado del otro.
Nuestro mundo se parece a eso. En él viven muchas clases de personas diferentes. Algunos son de colores diferentes, otros son de países diferentes, otros hablan idiomas diferentes, otros usan ropas diferentes. Son muchos tipos de personas diferentes juntas, una al lado de la otra.  Todos somos hermanos y hermanas, y Dios nos ama a todos por igual. Pídele hoy a Dios que llene tu corazón de amor.   Pídele que te ayude a amar a todas las personas que existen en el mundo que él ha creado.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

LA INVITACIÓN


A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. (Isaías 55:1)

Nosotros vivíamos en el pueblo mientras que nuestros padres se habían quedado en el campo para que pudiéramos asistir a la escuela. Cuando ellos venían a visitarnos traían productos de los que cosechaban para que los vendiéramos y obtuviéramos algo de dinero.
Mi hermana y yo tomábamos una canasta con los frutos y viandas y comenzábamos a recorrer las calles, pero pronto la vergüenza hacía que disminuyera nuestro entusiasmo. El pregón se hacía más débil hasta que llegaba el momento en que el silencio acompañaba nuestra caminata. Con la canasta en brazos buscábamos un lugar donde sentarnos a descansar, esperando que pasara un tiempo razonable para volver a casa.
No nos gustaba vender plátanos; éramos dos chicas tímidas que estaban entrando en la adolescencia. Aquella actitud nuestra me recuerda el gran amor de Dios. Jesús dejó un día su trono y, llevando sobre sí una pesada carga, recorrió nuestras calles y proclamó a gran voz: «El reino de los cielos está entre vosotros». Pero la gente, indiferente a aquella invitación, cerró sus oídos. Pero Cristo continúa diciendo: «Estoy a la puerta y llamo». No se toma un descanso. ¿Cómo podrá regresar a su casa sin haber extendido la invitación de manera insistente a cada hijo suyo?
«El ofrecimiento de la salvación es para todos los hombres (Mat. 11:28-29). Así se ha dispuesto lo necesario para hacer frente a todos los males causados por la caída de Adán. Esta salvación es tan abarcante en su aplicación, como lo fue la desgracia ocasionada por el pecado. Sin embargo, este don de la justificación no tiene validez a menos que sea aceptado por la fe (Juan 3:16), y no todos los hombres eligen creer» (Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 529).
Hoy no pregonamos ningún artículo perecedero. Hacemos el ofrecimiento de la salvación, de la cual somos partícipes, y es nuestro privilegio insistir para que los demás nos escuchen y acepten la invitación divina.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Norma Muñoz de Ruiz

¿RESERVADO ALGUNA LLAVE?


Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos. Proverbios 23: 26, NVI

Desertor. Según el diccionario, el «soldado que desampara su bandera». Casi suena a «traidor». Es un calificativo para nada agradable, pero es prácticamente lo que el apóstol Pablo dice de uno de sus colaboradores: «Demás, que amaba más las cosas de esta vida, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica» (2 Tim. 4:10).
¡Qué triste! El nombre de Demás se menciona solo tres veces en la Biblia. En dos de ellas (Col. 4:14; File. 24) está incluido entre los que envían saludos a otros cristianos. Incluso en una (File. 24) se dice que está ayudando al apóstol Pablo en la predicación del evangelio. Pero luego desertó. Así no más, se fue. ¿Qué pasó?
El Comentario bíblico adventista explica que Demás vio en el encarcelamiento de Pablo un peligro para su propia vida. Al comparar las pruebas por las que atravesaba el apóstol con los placeres de Roma, la gran ciudad del momento, Demás simplemente optó por el camino más atractivo, el más fácil: abandonó «su bandera»; la bandera de la fe. Su nombre no se menciona nunca más después de eso. Pudo recibir honores inmortales, pero prefirió disfrutar de los placeres temporales del pecado (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 360).
Pienso que el problema de Demás, en el fondo, lo describe de manera acertada el escritor Helmut Thielicke, que afirma que algunos cristianos entregan a Dios algunos aspectos de su vida pero «reservan» un sector al que, bajo ninguna circunstancia, le permiten el acceso. En el caso de Demás, Dios podía entrar a su corazón a través de cualquiera de sus puertas, menos por una. De esa puerta en particular Demás se reservó la llave. Colocó sobre ella un letrero que decía «PRIVADO». En otras palabras, nunca se entregó por completo a Dios. Y en el momento de la prueba, su fe naufragó.
¿Has entregado a Dios «las llaves de todas las puertas de tu vida» ? ¿O todavía hay una puerta que dice «ACCESO PRIVADO»?
Entreguemos a Dios el manojo completo de llaves, todo nuestro corazón, sin reservar nada. Acaso, ¿no entregó todo Cristo para salvarte a ti y también a mí?

Señor Jesús, con tu muerte en la cruz, ganaste el derecho de morar en mi corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD


«Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21).

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD DE 2012
No soporto ver las luces de Navidad en todas partes. El árbol se cae a pedazos y entorpece el paso. Tengo el estómago revuelto. Creo que comí demasiados dulces. Estoy harto de escuchar a los niños que gritan y ríen y, al minuto, discuten y lloran. Todo el mundo parece inquieto y aburrido y yo estoy cansado de tener que compartir el baño con los invitados. Muchos de los juguetes nuevos o están rotos o han ido a parar al baúl de los juguetes. Incluso me molestan los villancicos y las canciones navideñas. ¡Ojalá pudiera quitar estos horribles adornos!

SEGUNDO DÍA DE NAVIDAD EN BELÉN, HACIA EL 4 a.C.
Los animales han salido y estarán en el campo todo el día; al irse, levantaron una buena polvareda y armaron un buen alboroto con tanto balido. Empezamos a establecer una rutina: despertar, comer, limpiar, dormir, despertar, comer, limpiar, dormir... Este establo es tan poco adecuado. .. Me pregunto cuándo podremos volver a casa. Hoy fui a la ventanilla del censador para inscribirnos. Aunque llegamos dos, registré a tres. Sí, claro: aunque es un bebé, también es una personita. Nuestros nombres ya están en la lista: José, María y Jesús.
No sé cómo sucede, pero el bebé hace que el establo se llene de amor. Es un bebé muy bueno y sin defectos. Llora cuando tiene hambre, cuando está cansado o cuando tiene frío. Con todo, es bueno, muy bueno.
Apenas he tenido tiempo de pensar en lo que ha sucedido estos últimos días. El ángel que se me apareció aquella noche dijo que María alumbraría a un bebé y que eso formaba parte de los designios de Dios. No entiendo nada, pero sé que hay algo sobrenatural en este niño.
Miro a María mientras mece al bebé en sus brazos. Parece como si supiera qué hacer desde el nacimiento. Sin embargo, yo tengo un sentimiento extraño. Es mi Hijo y, a la vez, no lo es. El ángel me dijo incluso cuál tenía que ser su nombre. Me dijo que lo llamáramos Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados.  

Señor, ayúdame a ser el padre terrenal que Jesús necesita.
Ayúdame a criarlo y formarlo para la obra que vino hacer.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill