domingo, 8 de enero de 2012

EL LADO BRILLANTE DE LA VIDA

«Cuando yo haga venir nubes sobre la tierra, mi arco iris aparecerá entre ellas. Entonces me acordaré de la alianza que he hecho con ustedes» (Génesis 9: 14, 15).

¿Puedes imaginarte cómo debe de haber sido ese día? Ponte en el lugar de Noé. La tierra finalmente está seca. Tú has estado en el arca durante meses con tu familia. De repente, la puerta se abre y entran los rayos del sol. ¡Qué día tan glorioso! ¿No te provocaría salir a jugar? A quién no le gustaría salir a explorar los alrededores para ver qué se podría encontrar
Pero, espera. Dios dice que antes tienes que hacer algo especial. Noé construye un altar a Dios para agradecerle por haber mantenido sana y salva a su familia. ¿Qué es eso que se ve en el cielo? Tiene muchos colores y es inmenso. ¡Es un arco iris! Dios prometió que nunca más volvería a destruir la tierra con un diluvio, y cuando Dios promete algo, lo cumple. La Biblia está llena de promesas de Dios. Si comienzas a buscarlas vas a encontrar muchas. Lee el Salmos 34:7. Allí encontrarás una promesa maravillosa que dice que Dios siempre te protegerá. Y hay cientos de promesas más. ¡Me alegra tanto que Dios nos haya dado un verdadero «arco iris» de promesas en la Biblia! Sus promesas me ayudan a sentir que él nos ama y que quiere lo mejor para nuestras vidas.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

TAN SOLO HAY QUE CREER

Jesús le dijo: «Porque me has visto [...] creíste; bienaventuradas los que no vieron y creyeron» (Juan 20:29).

Un día, al regresar a casa, encontré un cariñoso mensaje en mi contestador automático. Era de una amiga muy querida que se había mudado con su esposo a Alemania. Decía: «Jenny, llámame y yo te devolveré la llamada, ya que sale más barato si te llamo yo. Quiero contarte nuestras experiencias aquí en Alemania». De inmediato marqué su número de teléfono para que supiera que estaba en casa. Después de unos minutos, ella me devolvió la llamada. Me sorprendió la claridad de la comunicación, puesto que su voz se oía como si estuviera a mi lado, y no en otro continente. Tampoco noté ninguna tardanza en la conexión. Sostuvimos una conversación muy amena y me dio mucha alegría poder escuchar nuevamente la voz de mi amiga.
Unos días después encontré un hermoso pasaje bíblico que decía: «Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jer. 33:3). Otro maravilloso mensaje para mí. No estaba en mi teléfono, parecía una carta que Jesús me había dejado en su Palabra. Mientras meditaba en aquel texto, recordé el mensaje de mi amiga: «Llámame y yo te devolveré la llamada». Resulta interesante que cuando mi amiga me dijo que me llamaría porque tenía muchas cosas que compartir conmigo, en ningún momento dudé de sus palabras. Ni por un momento me pregunté si me llamaría o no. Así que, confiando en su mensaje, hice la llamada.
El Señor me estaba mostrando que si yo podía creer y confiar en las palabras de una amiga, que es falible, también podría confiar y creer siempre en las palabras de mi amigo Jesús, ¡que nunca nos falla! Jesús me dice: «No te desampararé ni te dejaré» (Heb. 13: 5). Confiamos con gran facilidad en las palabras de nuestras amistades terrenales, aun cuando son seres sujetos a imperfecciones, pero a menudo dudamos de las promesas de Jesús, nuestro hermano mayor.
Jesucristo, nuestro amigo, Dios y Señor, nos dice: «Clama a mí y yo te responderé». Él promete contestarnos. Tiene muchas cosas que compartir con nosotras: promesas, bendiciones, fortaleza, esperanza, poder, amistad, una relación especial con él, y muchas olías cosas más que ni siquiera imaginamos. Tan solo tenemos que creer.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon

LOS CUATRO FANTÁSTICOS – 1. EL POTENCIAL

¡El Señor está contigo, hombre fuerte y valiente! Jueces 6:12.

El título de nuestro tema de hoy nada tiene que ver con la película Los cuatro fantásticos, distribuida por 20th Century Fox. Se refiere, según afirma Hal Urban, a cuatro maravillosos poderes de la mente con los cuales el Creador nos ha dotado (Cholees that Change Lives [Elecciones que transforman vidas], p. 99). Comencemos con el número uno de la lista: El potencial, que se refiere a lo que una persona puede llegar a ser. Si lees detenidamente el sexto capítulo del libro de Jueces, notarás que precisamente eso fue lo que Dios vio en Gedeón.
Dice el relato que cierto día Gedeón estaba limpiando el trigo a escondidas, para que los madianitas no lo vieran (ver Jue. 6: 11). Estaba escondido, obviamente, por miedo a los madianitas. Lo curioso es que cuando el ángel del Señor se le apareció, no lo llamó «cobarde». En cambio, le dijo: ¡Hombre fuerte y valiente! (vers. 12).
«¿Hombre fuerte y valiente?» ¿Cuántas batallas había ganado Gedeón? ¡Ni siquiera sabemos si había participado en alguna! Más adelante el Señor le dice: «Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel» (vers. 14) ¿Cuál fuerza? El mismo Gedeón parecía no saber dónde estaba esa fuerza, a juzgar por su respuesta: «Perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de toda la tribu de Manases, y soy el más pequeño de mi familia» (vers. 15).
Al parecer, Gedeón no tenía un elevado concepto de sí mismo. ¡Pero Dios pensaba otra cosa! Dios no veía a Gedeón por lo que era, sino por lo que podía llegar a ser. En otras palabras, el Señor vio el potencial de Gedeón.
¿Qué opinión tienes de ti mismo? Cualquiera sea, recuerda que Dios ve en ti el potencial. Si ahora mismo los errores que has cometido te hacen sentir inferior a tus amigos, o si has fracasado en lograr objetivos importantes, no te preocupes. Lo que realmente cuenta es lo que Dios piensa de ti. El no ve lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser, si se lo permites.
Joven fuerte y valiente, ¡Dios está contigo! Y con Dios de tu lado, no hay alturas que no puedas escalar, ni desafío que no puedas enfrentar.
Señor, para tu honra y gloria, ayúdame a desarrollar todo el potencial que hay en mi.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿QUÉ OCURRIÓ CON EL PECADO?

«Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí» (Salmo 51.3).

Tengo en mi biblioteca un libro que pregunta: «¿Qué ocurrió con el pecado?». En la actualidad se cometen crímenes atroces cuyos responsables quedan en libertad porque el jurado, aunque reconoce que el acusado es culpable, no lo considera responsable de la acción.
He leído de dos casos distintos en Inglaterra: en uno estaba implicada una camarera que, en una reyerta, había apuñalado a otra mujer hasta matarla; en el otro, una mujer, furiosa, había atropellado a su amante. Ambas mujeres fueron absueltas del delito porque afirmaron que se condujeron así a causa del síndrome premenstrual.
Eso no es todo. Se dice que un miembro del gobierno de la ciudad de San Francisco declaró haber asesinado a un colega suyo y al alcalde de la ciudad porque había ingerido demasiada «comida basura».
El jurado dio un veredicto de homicidio voluntario en lugar de asesinato en primer grado. Según se dice, el jurado dictaminó que la comida basura había provocado una alteración de las capacidades intelectuales, lo que era una atenuante de la culpa del asesino.
La sociedad moderna elimina el pecado culpando a la víctima. Así, las faltas cometidas por los humanos se describen según el agresor consiga convertirse en víctima. Se supone que tenemos que ser lo bastante sensibles y comprensivos como para ver que todos aquellos comportamientos que antaño solían clasificarse como pecaminosos, de hecho, son pruebas para hacer que el agresor se convierta en la víctima.
Quizá diga: «Pastor, ¿cómo puede influir este pensamiento en mi vida?». Se lo explico. A menudo, en casa no queremos aceptar la responsabilidad de nuestros actos. «Fui duro con mis hijos porque me dolía la cabeza». Eso significa: «No me eches la culpa a mí; échasela al dolor de cabeza». O bien: «Grité a mi esposa y a mis hijos porque en el trabajo tuve un día muy complicado». Con esto digo que mi enojo no es culpa mía, sino que es la consecuencia de cómo me trataron en el trabajo.
Para que el Espíritu Santo pueda levantarnos, es preciso que aceptemos nuestra responsabilidad. Es posible que hayamos sufrido un fuerte dolor de cabeza o que en el trabajo nos hayan tratado muy mal, pero eso no es excusa para estar airados ni para dispensar malos tratos a los demás.
La sociedad intenta hacer que el pecado desaparezca diciendo que el pecado ya no es pecado. Un cristiano comprometido confiesa sus pecados. Jesús vino a salvar a los que admiten que son pecadores.
Señor, reconozco que soy pecador. Gracias por haber venido a salvar a los pecadores como yo. (Basado en Mateo 4: 19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

sábado, 7 de enero de 2012

¡QUÉ SUBIDA!

«El agua siguió bajando, y el primer día del mes décimo ya se podían ver las partes más altas de los montes» (Génesis 8:5).

¿Alguna vez has subido a la cima de una montaña? En las montañas de Colorado, en Estados Unidos, los visitantes pueden subir más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar Hay gente que incluso ha llegado a la cima del monte Everest, que mide más de ocho mil metros de altura. Es tan alto, que quienes lo escalan tienen que usar máscaras de oxígeno para poder respiran Es una montaña difícil de escalan pues está cubierta de mucha nieve y hielo. En cualquier momento pueden desatarse violentas tormentas.
Ayer estuvimos hablando del Diluvio de Noé. Hoy quiero contarte lo que sucedió cuando la lluvia cesó. Tras varios meses, el agua comenzó a bajan y finalmente Noé pudo ver las cimas de las montañas. Recuperó la esperanza. ¡La tierra podía verse de nuevo!
A veces la vida nos presenta problemas que parecieran no tener salida, pero Dios siempre nos da una esperanza. Tal vez él quiere enseñarte una lección importante. Espera en él, y finalmente verás la cima de tus montañas. ¡Sigue confiando en Dios!

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

¡NUNCA ESTÁS SOLA!

No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentare con la diestra de mi justicia (Isaías 41:10).

El 10 de agosto del 2005 mi familia y yo llegamos a nuestro nuevo hogar. Todo se veía muy hermoso. La casa estaba rodeada de pinos, el césped parecía una suave alfombra verde y reinaba un apacible silencio. Era casi increíble que aquel lugar tan paradisíaco fuera nuestro. Sabíamos que Dios nos lo había dado, pues él había obrado grandes milagros para que pudiéramos adquirir aquella casa.
Los primeros meses estuvieron llenos de actividad. Limpiamos, pintamos y arreglamos todo lo que pudimos antes de que llegara el primer invierno. Hicimos nuevos amigos y encontramos una iglesia a la cual asistir.
Mi esposo no pudo acompañarnos en nuestro nuevo hogar debido a la naturaleza de su trabajo, por lo que decidimos que él vendría a vernos una vez al mes y el resto del tiempo nos llamaríamos a menudo. Después de todo, únicamente íbamos a estar separados hasta el fin de aquel año. Lamentablemente, al acercarse el mes de diciembre, nos dimos cuenta de que la separación sería más larga.
Muy pronto me asaltaron las dudas y los temores. ¿Acaso habíamos tomado una decisión equivocada? ¿Estaba el Señor con nosotros aun cuando todo parecía estar saliendo de forma tan diferente a lo planeado? Una mañana, mientras leía en la Biblia la historia del éxodo del pueblo de Israel, me llené de ánimo al ver cómo Dios acompañó a sus hijos aun cuando todo parecía ir mal. Cuando Moisés le pidió al faraón que dejara ir a los israelitas, la respuesta fue negativa, y en vez de mejorar las condiciones del pueblo las hizo más duras y difíciles. En aquel momento parecía que Moisés se había equivocado. Luego, frente al Mar Rojo y con los soldados egipcios tras ellos, parecía que se encontraban en el lugar y el momento equivocados. Finalmente, al cruzar al otro lado del mar, en vez de utilizar el camino más corto fueron llevados por el más largo, por lo que eventualmente se les agotaron todas las provisiones.
Hoy sabemos que Dios los acompañó y que permitió todas aquellas pruebas para manifestar su poder y para su nombre fuera glorificado. Al final, todos reconocieron el poder y la sabiduría del Señor, aunque no lo habían hecho durante el tiempo de prueba.
Después de aquella lectura mi actitud cambió. Comprendí que Dios estaba con nosotros durante el tiempo de prueba, y que debía confiar plenamente en él

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Creadora de ministerio “Corazón a Corazón”

UN ÁNGEL A TU LADO

Él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Salmo 91:11.

¿Has pensado alguna vez qué cosas te gustaría hacer en la Tierra Nueva? Una de las cosas que me gustaría hacer es conversar con mi ángel guardián. Cuando lo encuentre, lo primero que le diré será: «Tú y yo tenemos mucho de qué hablar». ¡Qué interesante será conocer pasajes de nuestra vida en los que nuestro ángel guardián nos libró de peligros y aun de la muerte!
En su libro Milagros en mi vida (pp. 85-87), el pastor Nicolás Chaij relata una interesante experiencia. Ocurrió en Mato Grosso, Brasil, en 1943, y tuvo como protagonista a Francisco Miranda, un colportor.
Cuenta el pastor Chaij que un viernes por la tarde, Francisco Miranda bajaba por una colina cantando un himno. Atraído por el canto, un señor de nombre Javier Rodríguez salió de su casa y observó a dos hombres que cantaban con mucho entusiasmo. En un trecho del camino se internaron en una arboleda, pero cuando salieron, Javier solo pudo ver a uno, que no era otro que Francisco Miranda.
Cuando Francisco llegó a la casa, Javier Rodríguez le preguntó:
—¿Y dónde está el hombre que venía con usted, el que estaba vestido de blanco?
Sorprendido, Francisco respondió:
—Yo venía solo.
—¡No puede ser! —insistió Javier— . ¡Usted venía acompañado!
Entonces Francisco entendió lo que había sucedido.
—Señor Javier —dijo— , hoy usted ha tenido un gran privilegio: no solo vio a un ángel, sino que también lo escuchó cantar.
Esa tarde Francisco, el colportor, le habló a Javier de la Palabra de Dios y de los libros que estaba vendiendo. Emocionado, Javier compró varios de los libros y acompañó a Francisco mientras visitaba a otras dos familias de la zona. Esas tres familias aceptaron finalmente a Jesucristo como Salvador y posteriormente fueron bautizadas.
¿Quieres saber qué himno cantaba Francisco Miranda cuando el ángel lo acompañó a dúo? Era el himno «Corazones siempre alegres»:
Corazones siempre alegres, rebosando gratitud, somos los que a Dios amamos, redimida juventud.
Este es un buen día para estar alegres. Y también para agradecer a Dios por nuestro ángel guardián. ¿No te parece?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

¿PECADOS MORTALES O VENIALES?

«Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones, [...] ¡límpiame de mi pecado!» (Salmo 51:1-2).

¿Alguna vez ha orado diciendo: «Señor, si he cometido algún pecado o me he equivocado en algo, te suplico que me perdones»? Es como decir: «Señor, la verdad es que no recuerdo haber cometido ningún pecado. Pero si sabes de alguno que desconozco, te lo suplico, perdóname».
Querido lector, pensemos un momento. ¿Esta clase de oraciones expresa arrepentimiento genuino? Un día Jesús y sus discípulos se acercaban a la ciudad de Jericó. A la entrada de la ciudad había un hombre ciego que se ganaba el sustento diario mendigando. Oyó el tumulto de la gente y preguntó qué pasaba. Alguien le dijo que Jesús se acercaba.
Es probable que hubiera oído que el Maestro podía curar aun a los ciegos y por eso empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!». La gente le ordenó que callara, poro él no hizo caso. Al oír los gritos del ciego, Jesús pidió que lo trajeran delante de él. Entonces llevaron al ciego ante Jesús, y él le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego respondió: «Señor, que reciba la vista».
Muchas veces me he preguntado por qué Jesús lo preguntó al ciego qué quería que hiciera. Me parece que era obvio. Sin embargo, el Maestro le preguntó: «¿Qué quieres que haga?». Aunque él conoce nuestras necesidades, quiere que las reconozcamos. Por eso, pedir a Jesús que nos perdone los pecados no basta. Si Jesús estuviera aquí en persona, y le pidiéramos que nos perdonara los pecados, él nos preguntaría: «¿Cuáles?».
A veces, nuestro arrepentimiento no es completo. Quizá nos arrepintamos de algunas cosas y no de otras. En el libro El progreso del peregrino, de John Bunyan, Cristiano y un compañero de viaje se encuentran con otro peregrino y empiezan a hablar del pecado. El desconocido les dice que se ha arrepentido de los pecados mortales que ha cometido y se ha quedado solo con los veniales. Cristiano le responde: «Los pecados que tú llamas veniales, en realidad, son los más mortales; porque te aferras a ellos».
Apreciado lector, pídale hoy a Jesús que lo limpie de todos sus pecados. (Basado en Mateo 4:19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill