domingo, 10 de junio de 2012

DOLOR DE CUELLO


«Dije a los insensatos: "¡No os jactéis!"; y a los impíos: "¡No os enorgullezcáis; no hagáis alarde de vuestro poder; no habléis con cerviz erguida!"» (Salmo 75:4,5, RV95).

Me dolía mucho el cuello, así que fui al médico. Allí me tomaron una radiografía que mostró que uno de los huesos del cuello me estaba pinzando un nervio. Parece que había estirado mi cuello de una manera inapropiada y eso me había causado el dolor
El versículo de hoy habla de una clase de personas que estiran su cuello de manera inapropiada. ¿Alguna vez has visto a alguien alardear de que sabe más que os demás? Siempre noto que la persona que presume trata de estirar su cuello para intimidar. A eso es a lo que se refiere el versículo cuando habla de «cerviz erguida». La verdad es que es algo que no se ve hacerlo bien.
Dios no quiere que estires tu cuello para presumir, pues él nos ha pedido que seamos humildes. Cuando actuamos así con los demás es como si lo estuviéramos haciendo con Dios. Estamos diciendo que preferimos actuar a nuestra manera en vez de hacerlo a la manera de Dios.
Sé humilde. Baja tu cuello y muéstrales a los demás que los amas. Ámalos como lo hizo Jesús cuando estuvo aquí en la tierra y evita así un terrible dolor de cuello.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CON LOS BRAZOS VACÍOS


Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. (Gálatas 6:2-3).

Desde la más tierna infancia, a los niños les gusta armarse de lápices de colores, confeccionar tarjetas, dejar sus huellas en letras torpes, preparar con sus propias manitas sorpresas que muestren al corazón de sus mamás el amor sincero que los impulsa.  Pero quizá no sea así en todos los hogares, ya que en algunos no hay niños que hagan dibujos divertidos ni que prodiguen a sus madres besos y caricias. Si tú estás en esa situación, debes saber que no estás sola, tu Dios está cerca y en él puedes llenar el vacío de tu corazón.
Recordemos la experiencia de Ana, quien no podía tener hijos. Aunque disfrutaba del gran cariño de su esposo no encontraba consuelo ni razón para su existencia y «con amargura de alma» (1 Sam. 1:10) oraba y lloraba desconsoladamente. Tanto era el dolor que sentía por no poder tener un hijo que acudió ante el Señor. La angustia de Ana se puede percibir en las palabras de su esposo Elcana: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón?» (1 Sam. 1:8). Había llegado hasta un punto en que no era capaz de disimular su frustración.
Elena G. de White afirma: «Para Ana, toda esperanza parecía estar destruida, y la vida le parecía una carga pesada; no obstante, soportaba la prueba con mansedumbre y sin queja alguna» (Patriarcas y Profetas, cap. 55, p. 553)  Esa mansedumbre con la que soportaba la prueba era el resultado de una oración de fe.
Para muchas mujeres esa sigue siendo una penosa realidad. Les queda a ellas la misma esperanza que animó a la madre de Samuel, a quien Dios escuchó y bendijo.
Podemos y debemos mostrar simpatía, ternura, amor y cariño, a quienes no han tenido, o no tienen aún el privilegio de ser madres. Con nuestro calor, nuestra cercanía, nuestra amistad y nuestras oraciones, acerquémonos a ellas para llenar el vacío de sus corazones o suplir las carencias que puedan sentir en sus vidas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Yolanda Aispuro

PACTO CON LO OJOS


El que camina sobre las brasas, se quema los pies. Proverbios 6: 28

Cuando el Señor declaró que «cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón» (Mat. 5:28, NV1), ¿qué quiso decir con estas palabras? Tenemos que buscar la respuesta en el significado de la palabra codiciar. El término griego que Mateo usa en este pasaje significa «anhelar», «desear intensamente» (Comentario bíblico adventista, t. 5, pp. 326).
Ahora bien, ¿hay algún problema en admirar el físico de una mujer atractiva, o el de un joven bien parecido? Ningún problema. Dios es el autor de la belleza. Y nos creó con la capacidad de reconocer dónde hay belleza y admirarla.
Pero imaginemos ahora a Enrique mientras usa su control remoto para pasar de un canal de TV a otro. De pronto da con un canal que está mostrando escenas moralmente cuestionables. Se detiene allí algunos segundos. Lo que está viendo hace latir su corazón aceleradamente. Sabe que debería cambiar de canal, pero no lo hace. Entonces en su mente comienza a imaginar que es él quien acaricia el cuerpo de esa mujer. Sin darse cuenta, en solo instantes, Enrique ha sobrepasado los límites de la simple contemplación.
Algo similar le sucedió a Catalina, mientras hojeaba una revista de farándula, y vio a su artista favorito, que posaba escaso de ropas. Tanto Enrique como Catalina «caminaron sobre las brasas» y se quemaron, porque una cosa es contemplar la belleza del cuerpo humano, y otra muy diferente mirarlo con deseo sexual. Lo primero es admiración; lo segundo, «pecar en el corazón».
¿Dónde comienza el problema? En los ojos. Los estímulos que percibes a través de tus ojos van directamente al cerebro, donde la información se registra y procesa como si estuviera ocurriendo en la realidad. ¿Y dónde está la solución? Con el poder de Dios, tenemos que proponernos, al igual que Job, hacer un pacto con nuestros ojos, para no mirar codiciosamente a ninguna otra persona (ver Job 31:1). Por supuesto, solo Dios puede darnos ese poder. Y si es así, ¿por qué no pedírselo ahora mismo? Él gustosamente nos lo concederá.
Padre celestial, dame ojos como los de Cristo, para no mirar con deseo a ninguna persona.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

«TAMBIÉN VOSOTROS ESTAD PREPARADOS»


«Por tanto, también vosotros estad preparados porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mateo 24:44).

Permita que le haga una pregunta. Supongamos que la Biblia dice que Jesús volverá el 16 de enero de 2014. Si supiera que Jesús va a venir en un día preciso de un año determinado, ¿qué haría al respecto?
Es necesario hacer dos consideraciones. La primera es que no tenemos garantía de que el 2014 sigamos vivos. La segunda es que, si supiera que todavía le quedan dos años más para prepararse para la venida de Jesús, ¿para usted el presente tendría la misma urgencia? Conociendo un poco la naturaleza humana, la respuesta es clara: no. La experiencia nos enseña que tendemos a posponerlo todo tanto como podemos.
Durante ciertas épocas del año, el lugar donde vivo está bajo la amenaza de huracanes. Si algo hemos aprendido es que cuando llega el huracán ya es demasiado tarde para prepararse.
Una vez confeccioné un cuestionario para que los miembros de una congregación me respondieran cómo se sentían ante la venida de Jesús.  La primera pregunta era: «¿Quiere usted que Jesús venga?». Prácticamente todo el mundo respondió afirmativamente. La siguiente pregunta era: «Si pudiera elegir la fecha, ¿cuándo sería?». La mayoría respondieron que querían que viniera, pero en algún momento del futuro. La última pregunta era: «Cuando Jesús venga, ¿estará usted preparado?». La mayoría de las respuestas fueron: «No sé» o: «Espero que sí».
¿Cómo respondería usted a esa pregunta? El apóstol Pablo responde: «Sí, estaré listo, «porque yo sé a quién he creído y estoy seguro de que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día» (2 Tim. 1:12). Y: «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Fil. 1:6).
Por fortuna, no sabemos cuándo vendrá Cristo. Digo «por fortuna», porque ya que no lo sabemos, no vamos a caer en la tentación de posponer nuestra preparación. Jesús dijo: «Pero del día y la hora nadie sabe» (Mat. 24:36). Es mejor así. Por eso declaró: «Por tanto, también vosotros estad preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis» (Mat. 24: 44). Basado en Mateo 24: 42-50.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

sábado, 9 de junio de 2012

¡PONTE A SALVO!


«Alabaré con cantos el nombre de Dios; lo alabaré con gratitud, y el Señor quedará más complacido que si le ofreciera un toro en sacrificio o un novillo con cuernos y pezuñas» (Salmo 69:30,31).

Prepárate para poner hoy en acción tus botas de explorador. Estamos en medio de una multitud de personas en España. Aquí se hace algo que te va a parecer una locura. No me preguntes por qué, pero esto es lo que hacen: cientos de personas se reúnen en las estrechas calles de Pamplona y dejan que un montón de toros con sus cuernos afilados los persigan.
¿Por qué alguien querría hacer algo tan raro como esto? Bien, algunos tal vez lo hacen porque es divertido, y otros para demostrar su valentía. Y otros tal vez ni saben por qué lo hacen, simplemente es una tradición.
En los tiempos bíblicos la gente llevaba sacrificios a Dios. Algunos de estos sacrificios eran novillos con cuernos. Dios les pedía que lo hicieran, pero a veces ellos olvidaban que el motivo por el cual hacia estos sacrificios era entender cuánto los amaba Dios.
El versículo de hoy dice que Dios quiere que lo alábennos con un corazón agradecido. Él quiere saber que realmente lo amas. Muéstrale hoy tu amor con todo tu corazón y deja que sepa que no has olvidado cuánto te ama él a ti.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL PROYECTO DIVINO


No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. (Isaías 43:1).

Si no entendemos claramente lo que la Biblia considera que es el ser humano, nos será difícil establecer las mejores relaciones con nuestros semejantes. Para conocer el valor de una persona, tal como muestra el libro Génesis, hemos de tener en cuenta dos conceptos fundamentales:
Imagen y semejanza. Hemos sido creados como un reflejo del mismo Dios, a imagen y semejanza suya. Entendemos por ello que Dios ha dejado algo de sí mismo en cada uno de nosotros mediante un acto que nos confiere una dignidad especial.
El soplo de vida. El «soplo de aliento de vida» (Gen. 2:7) es la huella de Dios en el ser humano: un sello que determina su dependencia del Creador. Por medio de ese «soplo» Dios y el hombre quedaron «unidos». Por  esa razón el hombre ha de ser definido tomando como referencia a la persona divina.
El hecho de haber sido formados a «imagen y semejanza» de Dios significa asimismo que Creador y criatura participan de una relación, como la que existe entre padre e hijo. Notemos que en el relato bíblico se utilizan las mismas palabras al hablar de Adán y su descendencia: «Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set» (Gén. 5:3).
La relación entre Dios y el ser humano debe regirse por la confianza y la aceptación. Dios desea que el hombre tenga acceso a la vida eterna al entrar en un vínculo de ese tipo.  Por otro lado, la imagen de Dios nos permite ver en cada uno de nuestros semejantes a un «sujeto» de origen divino: alguien a quien se lo acepta, en quien se confía y quien está destinado a disfrutar plenamente de la bendición divina.
Sin el conocimiento de lo que implica haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, jamás podremos amar plenamente a nuestros semejantes.  Nuestro Creador nos ha otorgado un valor personal con una proyección que apunta a la eternidad.
Elevemos nuestra mirada a fin de ver lo preciosas que somos para él. «Porque a mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te he amado» (Isa. 43:4).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lilian Rojas de Basualdo 

TENÍA UN TESORO… Y NO LO SABIA


Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender para corregir y educar en una vida de rectitud. 2 Timoteo 3:16

En su libro de lecturas devocionales, Charles Cowan cuenta que un joven estaba preparando su maleta para salir de vacaciones. Metió en ella todo lo que el espacio permitía: ropa, zapatos, artículos deportivos, algunos libros y muchas otras cosas. Mientras empacaba, un amigo suyo lo observaba. Cuando solo quedaba un pequeño espacio disponible, el muchacho le dijo a su amigo:
— Este espacio está reservado para mi colección favorita de libros.
— ¿Una colección de libros? — interrumpió el asombrado amigo — . ¿En ese espacio tan pequeño?
— Así es. La colección incluye libros de historia, poemas y biografías. Y en este pequeño espacio también pondré una linterna, un mapa, una espada, un espejo...
Al notar que su amigo no terminaba de entender, el joven procedió a explicar:
— Se trata de mi Biblia, apreciado amigo. Ella es una luz que ilumina mi camino, un mapa que me guía, una espada de doble filo, un espejo que revela mis defectos de carácter. Pero por sobre todas las cosas, es una colección de libros que hablan del precio que Cristo pagó para salvarme (Mountain Trailways far Yout/i. Devotions for Young Peopk [Senderos montañosos para jóvenes. Lecturas devocionales para los jóvenes]).
¿Y qué significa la Biblia para ti? ¿Qué lugar ocupa en tu vida? Cuando viajas, ¿hay un lugar reservado en tu equipaje para tu Biblia? ¿La lees cada día? Tener una Biblia y no leerla es como no tenerla. Peor aún, es como tener un tesoro en casa y no saberlo, como lo ilustra el siguiente relato.
Se cuenta que hace años un granjero le compró a un vecino una obra del pintor inglés Thomas Daniell (1749-1840) por apenas cuatro dólares. El hombre la colgó de una pared del granero y se olvidó de ella hasta un día que su contador la vio. Pensando que podía tener cierto valor, le tomó una foto. Luego envió la fotografía a una casa de subastas. Cuando se comprobó que era una obra original, que había estado «perdida» durante más de un siglo, ¡la pintura fue subastada por más de noventa mil dólares!
El granjero tenía un tesoro en su casa y no lo sabía. Así sucede con todo aquel que posee una Biblia y no la lee. Que no te suceda a ti lo mismo.
Padre celestial gracias por el tesoro de tu palabra. Ayúdame a darle su justo valor.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ESPERANZA QUE PURIFICA


«Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica así mismo, así como él es puro»  (1 Juan 3:3).

El capítulo 24 de Mateo habla de los acontecimientos de los últimos días y la venida de Jesús. Una de las cosas que más me impresionan es que Jesús dijo que su venida será una sorpresa para la mayoría de la gente y que tenemos que estar preparados todo el tiempo. Luego les contó una historia que ilustra qué sucede cuando Jesús no hace algo en el momento en que nosotros pensamos que tendría que hacerlo.
La conclusión de la historia es como sigue: «Pero si aquel siervo malo dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y comienza a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe» (Mat. 24: 48-50).
Cuando leí esta historia, me hizo pensar en lo que puede suceder tanto en nuestros hogares como en nuestras iglesias. Vuelva a leer los versículos. Tenga en cuenta que los que piensan que Jesús no va a venir empiezan a «golpear» a los demás. No creo que Jesús quisiera decir que en realidad empecemos a golpearnos, sino a cómo nos tratamos unos a otros. Preste atención a algo más: Cuando alguien deja de sentir que Jesús no está cerca le resulta fácil volver al mundo. Eso es lo que significa «comer y beber con los borrachos».
La forma que algunos miembros de iglesia tienen de tratar a los demás demuestra que creen que el Señor no va a regresar pronto y, por eso, sus acciones y sus palabras se vuelven descuidadas. La crítica y los celos hacen acto de presencia. A veces, incluso el pastor es objeto de malos tratos.
¡Qué pasaría si usted y yo supiésemos que Jesús iba a venir el próximo año?  ¿Cuándo empezaríamos a pensar en cómo prepararnos? Si yo sé que mi hijo viene verme mañana, me preparo desde hoy mismo. Pero si creo que no vendrá hasta dentro de un año, no hay razón para que me apresure a pensar en ello. 
Por eso, Jesús nos recuerda: «Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor» (Mat. 24:42). Basado en Mateo 24:42-50

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill