domingo, 2 de agosto de 2009

¡IMAGINA!

Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él. 2 corintios 10: 4, 5.

Imagínate que estás de pie en el tejado de un rascacielos. Alguien ha puesto un tablón desde donde tú estás hasta otro edificio alto justo en la acera de enfrente. Tu misión es andar por el tablón y llegar al otro lado de la calle sin caer. ¿Listo? Ponte en el extremo del tablón. Mira al otro edificio y comprueba a qué distancia está. Ahora da el primer paso. Con cuidado, el ancho de la tabla solo mide un palmo. Desliza el pie derecho por la tabla. Luego pon delante el izquierdo. Poco a poco; no pierdas el equilibrio. Un movimiento equivocado y te estrellarás contra el asfalto de la calle. De repente, cuando estás a medio camino, el tablón empieza a oscilar. Primero lentamente. Pero cuando das el siguiente paso, empieza a subir y bajar. Desesperado, intentas mantener el equilibrio. Pero te das cuenta de que no hay nada a qué agarrarse, Te inclinas demasiado a la derecha. Sin pensarlo, desplazas tu peso hada la izquierda. Instantáneamente los pies te resbalan fuera del tablón y sales disparado por el aire. Te oyes gritando mientras la calle se precipita sobre ti. Fin de la historia. ¿Cómo te sientes ahora? Si usaste realmente tu imaginación, quizá tengas una sensación extraña en el estómago. No corrías ningún riesgo pero, de algún modo, algo en tu cerebro convenció al cuerpo de que tu vida estaba en peligro. Ese es el poder de la imaginación. El mal, ya sea real o imaginario, siempre causa un efecto negativo sobre la mente, por no mencionar el resto del cuerpo. Tómate un espiro. Mantén el pensamiento centrado en las cosas buenas.

Tomado de la Matutina El viaje Increíble.

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