martes, 14 de agosto de 2012

UNA HISTORIA QUE CONTAR


Tú vas a ser testigo suyo ante todo el mundo, y vas a contar lo que has visto y oído. Hechos 22:15.

«Es una calamidad de proporciones inmensas —escribió William Kilpatrick— que uno pierda su historia, o [peor aún], que uno no tenga una historia que contar».
¿Tienes una historia que contar? ¿Tienes algo importante que decir al mundo? Todos los que hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador personal, tenemos una historia que contar.
Si le preguntáramos a Bethany, ella nos contaría su historia, pero con una advertencia. Nos diría que no nos dejemos impresionar por los detalles de la narración. Pero es que los detalles son de verdad impresionantes. El caso es que a la edad de ocho años Bethany ya estaba participando en competencias de surf. Su sueño era llegar a ganar un campeonato nacional. Pero ese sueño pareció llegar a su fin cuando, a la edad de trece años, en una de las playas de Hawai, un tiburón le arrancó el brazo izquierdo mientras estaba acostada sobre su tabla.
Se salvó por un milagro, gracias a la intervención oportuna de los tres jóvenes que la acompañaban ese 13 de octubre de 2003. Pero increíblemente, en apenas unos meses, Bethany ya estaba de regreso en las competencias. Pero no solo regresó, sino que ¡también ganó un campeonato nacional en el 2005!
¿Por qué dice Bethany que no nos dejemos impresionar con los detalles de su historia? Porque para ella la parte central no es haber sobrevivido al ataque del tiburón. Tampoco haber regresado con éxito a las competencias. En el corazón de su historia está otro Personaje, un precioso Salvador a quien ella da todo el crédito: «El amor que siento por el surf y por el don de la vida —dice ella en su sitio web— es lo que me impulsa a ayudar a la gente y a decir alrededor del mundo que todo es posible. Mi fe en Jesucristo es lo que me ha ayudado, y me sentiré feliz si mi historia puede ser de ayuda para otros» (www.bethanyhamilton.com).
¡Claro que sirve de ayuda, Bethany! Nos recuerda que es gracias a Cristo que podemos hacer realidad nuestros sueños. También nos recuerda que todos tenemos una historia que contar, ¡y que Dios está esperando que la contemos!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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