viernes, 21 de septiembre de 2012

UN REFUGIO EN LA TORMENTA


Él les dijo: «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?» Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. (Mateo 8:26).

Ya era de día. Con temor escuchábamos el rugido de la tormenta, porque se nos había advertido que aquel huracán era de categoría cinco y que podría causar grandes daños. Tomamos todas las precauciones necesarias, mientras que nos dispusimos a esperar el paso del meteoro.
Anteriormente nos habíamos reunido en el círculo familiar pidiéndole a Dios que nos protegiera de cualquier daño. Aunque creíamos que muchos techos iban a ser afectados por los vientos, sentíamos una gran paz, pues confiábamos en que Dios protegería nuestras vidas y propiedades. Cuando llegó el ojo del huracán la lluvia y los vientos disminuyeron, por lo que salimos fuera de la casa para reconocer los daños causados. Aparte de algunas ramas quebradas todo parecía estar en regla. Pero de repente, todo cambió. El viento y la lluvia comenzaron de nuevo. Cuando finalmente se calmó, salimos una vez más y le dimos gracias a Dios porque nuestra casa estaba intacta.
Al día siguiente caminamos por el vecindario y observamos que muchas casas habían perdido el techo y que muchas antenas y alambres estaban en el suelo. Recordamos el temor de los discípulos al encontrarse en medio de una tempestad nocturna mientras que Jesús dormía. Ellos sintieron un inmenso pánico, por lo que despertaron al Maestro diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mat. 8:25). Jesús calmó aquella tormenta y eso nos ayuda a confiar en que podrá calmar cualquier tormenta del presente.
Tal vez tú no estés experimentando tormentas de tipo físico, sino conflictos y problemas de diversa índole como peleas o desencuentros en tu hogar, o alguna dificultad financiera fuera de tu control que te esté haciendo pasar estrecheces. Aprendamos a confiar en Dios, porque no hay tormenta que él no pueda calmar, ni montaña que no pueda conquistar. Recordemos que él tampoco nos dará una prueba mayor de la que podamos soportar y que nada es imposible para Dios. ¡Nuestro Señor encuentra soluciones donde no parece haber ninguna!
Él ciertamente calmará las tormentas de nuestras vidas.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington

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