domingo, 6 de septiembre de 2009

AFERRADAS A LA MANO DE DIOS

Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia (Isaías 55: 7).

Isabel, una linda amiga, se acercó un día para hablarme acerca de un problema que le sucedía: ella y un caballero que no era su esposo habían entablado algo más que una amistad. Sin embargo, Isabel no estaba dispuesta a dejar esa relación y las consecuencias de sus acciones la alcanzaron: su matrimonio se destruyó, la relación con su familia e iglesia se fracturó y su vida fue expuesta al escarnio y la crítica de muchos. Satanás trabaja arduamente por destruir los hogares y las familias, y cuando se abre la ventana al pecado dejamos que nuestros pensamientos, palabras y acciones se perviertan, entonces estamos expuestas a caer en tentaciones que nos llevarán a un abismo. ¡Cuidado con lo que vemos, oímos y pensamos! Proverbios 4: 23, dice: «Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida». ¡Cuántas mujeres han pasado por esta desagradable experiencia por comenzar solamente con una plática ligera, un rose, una palabra halagadora, y se han dejado arrastrar por pensamientos atrevidos y la pasión desenfrenada, los cuales no honran a Dios! Afortunadamente algunas han podido salvar su matrimonio, otras como Isabel, no lo lograron. Elena G. de White nos aconseja lo siguiente: «Según la luz que me ha dado el Señor, nuestras hermanas debieran comportarse de otro modo. Debieran ser más reservadas, menos atrevidas, y fomentar entre ellas "pudor y modestia" (1 Tim. 2: 9). Tanto los hermanos como las hermanas se complacen en mantener charlas demasiado joviales cuando están juntos. Mujeres que profesan santidad participan en demasiadas bromas, chistes y risas. Esto es impropio y entristece al Espíritu de Dios» (Hijas de Dios, pp. 163, 164). Cuan importante es que al caminar en esta vida llena de peligros y trampas del enemigo estemos asidas fuertemente de la mano de nuestro Dios. Por medio de la oración y el estudio de su Palabra obtendremos sabiduría para conducirnos propiamente; seamos cuidadosas en nuestra manera de conducirnos, hablar, vestir y en nuestro trato con el sexo opuesto, de tal manera que honremos y testifiquemos su Nombre, siendo ejemplo de nuestra juventud, esparciendo la fragancia de su amor y su bondad.


Rocío Díaz de Arévalo
Tomado de Manifestaciones de su amor.

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