domingo, 6 de septiembre de 2009

CONTROLAR LAS LLAMAS

Asi pues, el que cree estar firme, tenga cuidado de no caer. 1 Corintios 10: 12

Acabábamos de llegar de la iglesia a casa cuando sonó el teléfono. Era mi madre. —La casa de Karen ha sido pasto de las llamas y han perdido toda la planta superior. Karen, mi hermana, vivía a solo una hora, así que pusimos algunas cajas en nuestra furgoneta y nos dirigimos a Berrien Springs. Cuando entramos en el acceso a su garaje, los bomberos estaban recogiendo su equipo. Entramos y comprobamos los daños. Los bomberos habían rociado tanta en el piso de arriba que llovía a través del techo del salón. Todo lo que había en la planta baja estaba cubierto con un plástico. La espuma del piso de arriba se había deslizado escaleras abajo y había impregnado toda la moqueta. -Empaquetemos lo que podamos y llevémonoslo de aquí —sugerí. Karen sintió con la cabeza. -Mañana volveremos y lo meteremos todo en el establo. —¿Dónde están tu colección de muñecas antiguas, el costurero y las cestas? Podríamos ponerlo en nuestra furgoneta —dije. —No, tranquila, mañana ya nos las llevaremos. A media noche, el fuego volvió a prender y la casa se quemó hasta los cimientos. Según todas las apariencias, el incendio estaba totalmente extinguido. Pero en algún lugar de las paredes, prendió una llama y las consecuencias fueron devastadoras. El pecado actúa de manera similar. Quizá no nos apercibamos de su presencia, pero en cualquier momento puede estallar en llamas. Jamás podremos decir que hemos vencido para siempre este o aquel pecado. La causa es que en el momento en que empezamos a confiarnos lo suficiente para bajar la guardia, Satanás alimenta la llama y perdemos la batalla. Nuestra única esperanza está en pedir a Jesús que combata nuestra batalla por nosotros. Cuando dirige nuestra vida podemos confiar en vencer al pecado. No a causa de nuestra fuerza, sino por la de Jesús.

Tomado de la Matutina El Viaje Increíble.

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