domingo, 6 de septiembre de 2009

PIENSA PARA RESPONDER

La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. Proverbios 15:1

Muchas veces se ha visto en la historia de los pueblos y de los individuos la verdad de esta declaración. Hay un ejemplo en la Biblia de la respuesta prudente y blanda de un hombre que evitó una crisis de proporciones insospechadas.

Cuando Gedeón volvió de la derrota de los madianitas, cuando estaba empeñado en la captura de Zeba y Zalmuna, los dos reyes invasores de Israel; los hombres de Efraín vinieron a reclamarle con ira y en son de amenaza: «¿Qué es esto que has hecho con nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra Madián?» (Jue. 8: 1). Fijémonos en esta declaración: «Y le reconvinieron fuertemente». Toda una insolencia. Sin embargo, observemos la respuesta prudente y conciliadora de Gedeón:
«¿Qué he hecho yo ahora comparado con vosotros? ¿No es el rebusco de Efraín mejor que la vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestras manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián; ¿y qué he podido yo hacer comparado con vosotros? Entonces el enojo de ellos contra él se aplacó, luego que él habló esta palabra».
Consideremos la sabiduría de su respuesta. En primer lugar, fue, como dice la Biblia, blanda, cuidadosa, bien pensada. En segundo lugar, fue humilde. Disminuyó la importancia de sus logros y evaluó generosamente por no decir que exageró) los logros de ellos. «¿Qué hecho yo comparado con vosotros?» Y fue más allá todavía. Puso una ilustración muy elocuente: «El rebusco de Efraín es mejor que la vendimia de Abiezer». La tribu de Efraín es grande y poderosa. La familia de Abiezer, a la que pertenecía Gedeón, no es nada.
Los soberbios son egoístas, y los egoístas son necios. El sabio Salomón aconseja responderles conforme a su necedad: «Responde al necio como merece su necedad» (Prov. 26: 5). ¿Qué hizo Gedeón? Decir lo que esperaban escuchar, no la verdad ni lo que los ennobleciera, sino lío que satisficiera su ego. Corno lo que los impulsaba era su ego, entonces si este quedaba satisfecho y, según ellos, en su debido lugar, se dieron por satisfechos.
El cristiano sabio nunca busca la satisfacción de su ego. Procura oír solo palabras sabías, verdaderas, edificantes, inspiradoras; no las que halaguen su vanidad. Por eso el cristiano es pacificador por naturaleza. Porque puede dar a cada uno lo que le corresponde. Puede, incluso, dar al necio lo que quiere oír.
Seamos cuidadosos hoy con nuestras palabras. Sobre todo, si se necesita una respuesta que apague el fuego de la ira de cualquiera.

Tomado de la matutina Siempre Gozosos

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