martes, 1 de septiembre de 2009

EL PODER DE LA RESURRECCIÓN

Mas él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos curados. Isaías 53:5

Orley Ford fue un misionero adventista que trabajó durante muchos años en El Salvador. Como fruto de su ministerio, se organizaron decenas de iglesias, se construyeron muchos templos, se establecieron varias escuelas, y muchos jóvenes fueron enviados a la Universidad Adventista de Centroamérica para prepararse para el servicio de Dios.
Durante un viaje que hizo a su país natal, Estados Unidos, un examen médico rutinario descubrió que padecía un cáncer terminal. El médico le dio la aterradora noticia de que solamente le quedaban nueve meses de vida. Orley Ford regresó a su casa, listo y decidido a enfrentarse con la muerte. Las promesas divinas llegaron a ser sus armas de combate. Cada mañana continuaba la cuenta atrás hacia la muerte con un culto matutino y entonaba su himno favorito: "Paso a paso Dios me guía". La letra dice: «De mi afán fatigador, el descanso ha prometido, en su reino mi Señor, Paz divina y consuelo al conñar en él tendré, pues si algo sucediera Cristo lo sabrá muy bien». Veinticuatro horas antes de morir dirigió sus últimas palabras a cinco mil hermanos reunidos en el día de la hermandad: «Yo sé que mi redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo, y después de deshecha esta mí piel, aun en mi carne he de ver a Dios» (Job 19: 25, 26}; y agregó: «Nos veremos en el cielo. Por favor, no me vayan a fallar». La confianza de aquel siervo de Dios descansaba en la declaración bíblica de que la muerte es un enemigo vencido, de quien podemos burlarnos diciendo: «¿Dónde, está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» (í Cor. 15: 55). Jesús hizo un milagro. Cambió la ley de la muerte. Nunca más experimentará su creación el temor, la angustia y el dolor asociados con la muerte sin fin. Su sacrificio estableció una elección antes imposible para todo ser humano: la vida o la muerte. ¿Por qué algunos eligen la muerte eterna? No hay respuesta, pero sí se suscita otra pregunta: ¿Cómo es posible que esa sea su elección a pesar de conocer el evento de la resurrección? Cada vez que consideres la historia de la crucifixión y de la resurrección, dale gracias a Dios, porque allí se destruyo el dominio de la muerte, y ahora somos libres. La muerte ya no es el final de todas las cosas. Ora por aquellos que rechazan esta gran salvación. Tomado de la matutina Siempre Gozosos

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