jueves, 17 de septiembre de 2009

LA DULCE SEGURIDAD DEL PERDÓN

Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido (Salmo 130: 4).

Cuando pensamos en nuestro Padre celestial como un ser perdonador y hacedor de maravillas nuestro corazón se llena de agradecimiento. Las palabras registradas en S. Lucas 23: 34: «Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen», nos recuerdan las muchas ocasiones en las que pedimos a nuestro Dios ponga en nuestro corazón el deseo de perdonar y tengamos el valor de decir: «Te perdono». Esta mañana quiero invitarte a experimentar el gozo de otorgar el perdón a quienes te han ofendido o herido. La Palabra de Dios afirma la importancia de perdonar a los hombres sus ofensas, así como él nos perdona las nuestras. Sin duda alguna el poder de otorgar el perdón trae a tu corazón paz, alegría y gratitud. No luches sola por la vida al llevar la pesada culpa de no haber perdonado.
Elena G. de White comenta: «La carga de pecado, con su intranquilidad y deseos no satisfechos es el fundamento de sus enfermedades. No pueden hallar alivio hasta que vengan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar, impartiría vigor a la mente y salud al cuerpo [... ] Jesús vino para "deshacer las obras del diablo" [...] Él es un "espíritu vivificante". Y tiene todavía el mismo poder vivificante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los enfermos y perdonaba al pecador. Él "perdona todas tus iniquidades", él "sana todas tus dolencias"» (El Deseado de todas las gentes, p. 236).
Debemos creer que nuestro Dios tiene poder para perdonar cualquier pecado por pequeño o grande que éste sea. Es mi deseo que hoy encontremos alivio perdonador en nuestra vida, y que el mismo «poder vivificante» que se manifestó en antaño sea una realidad hoy en nuestras vidas y experimentemos la dulce seguridad de su perdón.
Doralí Santos de Hernández
Tomado de Manifestaciones de su amor

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