viernes, 15 de enero de 2010

EL CUIDADO AMANTE DE UN PADRE

Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehova de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición;
se acuerda de que somos polvo
(Salmo 103:13, 14).
Tuvimos que hacer muchos ajustes durante los primeros meses que estuvi-mos en Malasia. Uno de ellos fue con respecto al cableado eléctrico pobre que había en los edificios. La mayoría de los hogares no tienen cables que resistan una secadora de ropa; así que nuestra secadora funcionaba durante dos minutos y luego hacía saltar el interruptor; eso quería decir que repetidas veces tenía que levantar el interruptor y prender nuevamente la secadora. Me llevaba un par de horas secar una tanda de ropa.
Un día que estaba en cama con un resfrío y me sentía agobiada, levanté mis ojos al cielo y dije: "Señor, ¿podrías enviar un ángel para que sostenga su su dedo en el interruptor, así puedo secar una tanda de ropa?"
Sé lo que estás pensando: se supone que no debo decirle a Dios lo que debe hacer, y tienes razón. Pero afortunadamente, él "se acuerda de que somos polvo" (Sal. 103:14), e interviene algunas veces. Después de orar, levanté el interruptor y para mi asombro, la secadora anduvo durante todo el tiempo. "¡Gracias, Señor!" exclamé.
Al siguiente día volví a orar, y nuevamente la secadora, que nunca había funcionado por más de dos minutos, anduvo hasta que la ropa se secó. El Señor mantuvo la secadora en funcionamiento por tres semanas.
Entonces, Satanás susurró las palabras: "Tal vez es sólo una coincidencia", y comencé a dudar. Más tarde ese mismo día mientras lavaba la ropa, saltó el interruptor; nunca lo había hecho con la máquina de lavar. Esto me ayudó a darme cuenta de mi error y le supliqué a Dios que me perdonara. ¿Cómo pude haber escuchado una sugerencia así?
Una semana más tarde, vino un electricista a cambiar los cables del lavade-ro. Durante ese mes, la única vez que saltó el interruptor fue esa vez que dudé.
¡Qué Padre amante tenemos, que se inclina para conocer nuestras necesidades! ¡Qué maravilloso es al traernos pacientemente las lecciones que necesitamos para desarrollar la confianza en él! Si está dispuesto a respon¬der a una oración de tan poca importancia para demostrar que se preocupa, ¡cuánto más lo hará con los deseos de nuestro corazón cuando lo buscamos!
Teresa (Proctor) Hebard
Tomado de Meditaciones Matinales para la mujer
Mi Refugio
Autora: Ardis Dick Stenbkken

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