viernes, 15 de enero de 2010

SU MUERTE FUE UN SACRIFICIO

Lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (Efesios 5:2).

El apóstol Pablo considera la muerte de Cristo como un sacrificio. Por esta razón, el vocabulario que el apóstol emplea tiene conexiones con el ritual del santuario. Con respecto a Cristo, dice: «Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación» (Rom. 3: 25). Esta es una clara alusión al ritual del santuario hebreo. Allí, los sacerdotes hacían expiación por los pecados del pueblo mediante el sacrificio de animales. El sacerdote oficiante tomaba un cuchillo y lo hundía en la garganta del animal, esto hacía que la sangre saliera a borbotones. Luego tomaba parte de esa sangre y la rociaba sobre el altar, para la propiciación del pecado. El Día de la Expiación, el sumo sacerdote hacía lo mismo con un macho cabrío, que era sacrificado para purificar los pecados del pueblo y el santuario. Por eso Pablo habla de que «Porque si la sangre de los toros, los machos cabríos y la ceniza de la becerra rociada a los impuros, santifican para purificar la carne, ¡mucho más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que sirváis al Dios vivo!» (Heb. 9: 13, 14, NRV).
La muerte de Cristo como un sacrificio se revela en el uso frecuente del término «sangre» cuando se habla de la salvación. Romanos 3: 25 habla de «la fe en su sangre». En otras instancias se nos dice que fuimos «justificados en su sangre» (Rom. 5: 9); tenemos «redención por su sangre» (Efe. 1: 7). «Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo» (Efe. 2: 13). Tenemos paz «mediante la sangre que derramó en la cruz» (Col. 1: 20). Es obvio que Pablo no habla primordialmente de la sangre física de Jesús, sino del hecho de que Cristo fue ofrecido como un sacrificio, donde la sangre, que era la vida del sacrificado, se derramaba abundantemente.
Que Dios nos ayude a apreciar cada día más ese sacrificio precioso que nos ha dado la esperanza de la vida eterna.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C.

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