domingo, 3 de enero de 2010

LA FATIGA DE LA VIDA

Pocos son los días, y muchos los problemas, que vive el hombre nacido de mujer (Job 14: 1).

La vida del ser humano no es solo breve. Otro concepto que aparece con frecuencia en la Palabra de Dios es que la vida de los seres humanos está llena de dificultades y problemas. Jacob lo entendió de este modo: «Mis años de andar peregrinando de un lado a otro han sido pocos y difíciles» (Gen. 47: 9). Por doquiera vemos vestigios del sufrimiento humano. El hambre que prevalece en el mundo nos golpea duro. La enfermedad también nos trae mucho sufrimiento. Las crisis familiares y los divorcios provocan mucho dolor, especialmente emocional. Este tipo de sufrimiento deja a veces más secuelas que el dolor físico. Se pensaba que las crisis familiares y los divorcios eran un fenómeno de sociedades desarrolladas, como Estados Unidos, Canadá y los países de la Unión Europea. Pero hoy lo vemos por todas partes: familias desintegradas y niños que viven en la calle, donde son abusados y explotados. Se ha calculado que alrededor de cien millones de niños viven en las calles del mundo, muchos de los cuales pertenecen a familias disfuncionales. El sufrimiento es el resultado del mal que prevalece por todas partes. Es evidente en la Palabra de Dios que el ser humano no fue creado para sufrir, como no lo fue para morir. También está claro que el plan de Dios es restable¬cer el ideal original del Creador para la humanidad. Pero aunque nuestra vida pueda tener sinsabores, amarguras y sufrimientos, podemos gozarla aun en medio de la crisis. El apóstol Pablo fue un ejemplo de esto: imbuido por el Espíritu de Dios, aprendió el secreto de ser feliz a pesar de las adversidades. Cuando abrazó el cristianismo, sus familiares lo aborrecieron; y aun fueron los primeros en perseguirlo. Contrajo una enfermedad que fue una molestia constante, por lo que oró al Señor para que lo sanara, pero sin éxito. En el capítulo doce de la segunda Epístola a los Corintios, Pablo hace una lista de tribulaciones que podrían haber amargado a cualquier persona. Finalmente, en Roma, lo decapitaron por su fe y fervor en esparcir el evangelio. Pero él se regocijaba en Cristo. Escribió: «Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo». Que Dios nos ayude a ser felices durante este año a pesar del sufrimiento que podamos tener o contemplar.

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C.

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