domingo, 16 de enero de 2011

DIOS, NUESTRO PADRE

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá. Salmo 27:10.

Silvina fue una de las primeras alumnas que me dio la bienvenida al llegar al colegio como capellán, y fue muy fácil entablar una amistad con ella. De un carácter noble y sincero, decía lo que pensaba con total franqueza, ya fueran palabras cariñosas o hirientes. Con el paso del tiempo supe que su madre la había abandonado en un hospital al nacer, y con quienes vivía en la actualidad eran sus padres adoptivos.
No lograba comprender y asimilar que la hubieran abandonado, y aunque sus padres actuales se desvivían por darle todo lo que ella deseaba o pedía, no lograba tener paz en su corazón. Por algún tiempo revivió en ella la esperanza de conocer a su madre biológica por intermedio de un juez, solo para caer en la desdicha de saber que en el hospital no había ningún tipo de registros de quien la abandonara.
Conversé con ella a solas, y hablándole al corazón le pregunté: "¿Silvina, por qué gastas sentimientos y energías en esa búsqueda, teniendo padres tan buenos que procuran darte tanto amor como tus padres biológicos podrían hacerlo?" Ella hizo una pausa, y luego me dijo: "Hay algo dentro de mí que me lleva a buscar mis orígenes, a saber de dónde soy".
Dios creó la familia con el propósito de que sus integrantes se relacionaran y se brindaran amor y cariño permanentemente. El pecado manchó y arruinó todos los buenos propósitos de Dios y afectó terriblemente a los hogares, y una de esas tachas es el abandono de niños. El sentimiento de soledad y de desamparo que abruma a muchas de estas criaturas no puede expresarse con tinta en un papel, pero lo que sí es posible transmitir es lo que Dios nos promete al respecto.
Su amor, que va más allá de todo lo terrenal y mundano, nos asegura que aunque nuestros padres renuncien a serlo, Dios estará como fiel protector a nuestro cuidado. Ese Padre de amor que reina en los cielos, vela y ama a cada uno de sus hijos, y tú eres uno de ellos. Más allá de todo amor terrenal, ese Padre protector derrama sobre sus hijos alegrías, cuidados y la total seguridad de que enviará a su Hijo para restaurar todas las cosas. No existe alguien con mayor amor, no existe un padre que ame tanto como él amó. Comienza este día agradeciéndole a ese Padre todo su cariño y porque más allá de lo que tu hagas o sientas, él nunca te abandonará.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario