miércoles, 9 de febrero de 2011

CONSTRUYENDO CON FRACASOS LA VICTORIA

Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehová había hecho al faraón y a los egipcios por amor de Israel, todo el trabajo que habían pasado en el camino y cómo los había librado Jehová . (Éxodo 18:8).

La experiencia se va nutriendo de un cúmulo de situaciones que enfrentamos a diario y que van conformando nuestra existencia, haciendo de nosotras personas distintas, no solo físicamente, sino en nuestro modo de entender la vida. Hay quien dice que la experiencia se adquiere cuando ya no la necesitamos, y hasta cierto punto eso es cierto, pero solo hasta cierto punto.
A medida que pasa el tiempo, vamos enfrentando nuevos retos y conquistando nuevas metas, no importa cuan mayores seamos. En esa carrera que se llama vida, no debemos desaprovechar lo ya adquirido a la hora de enfrentar nuevos desafíos. Si nos detenemos a analizar cada paso de nuestra jornada diaria, nos daremos cuenta de que cada vez estamos más «equipadas» para tomar decisiones acertadas. La suma del conocimiento y la confianza adquiridos, unida a la dependencia total de Dios que llega con la experiencia, no solo nos enriquecen a nosotras, sino a aquellos con quienes podemos compartirlas y que, a su vez, también atraviesan momentos similares a los nuestros.
En cierta ocasión se me acercó una mujer y, muy abatida, se desahogó contándome las vicisitudes por las cuales estaba pasando. Mientras hablaba, mi vida iba pasando delante de mi como una película. Yo también había vivido situaciones similares. Entonces, cuando terminó de hablar y dejó llorar, la miré y, con una sonrisa consoladora, le dije: «Todas tenemos experiencias como para escribir un libro. Yo llevo varios años escribiéndolo, tú apenas estás comenzando. Lo importante no es la cantidad de cosas que escribimos en él, sino cómo convertimos nuestros aparentes fracasos en victorias».
Seguramente tú también tienes mucho que contar. Cualquiera que sea tu situación, no te detengas a llorar, porque tus lágrimas pueden empañar la página que escribes. Mira por un momento a Cristo y, como Moisés, cuéntales a otras todo lo que el Eterno ha hecho en tu vida y cómo te ha librado de sucumbir en el mar de la desesperación.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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