sábado, 12 de febrero de 2011

EL AMOR NO TIENE EDAD

Tu gran amor lo tengo presente, y siempre ando en verdad. (Salmos 26:3)

Provengo de una familia donde la música ha sido siempre una invitada permanente. Desde bien pequeña el mundo musical despertó en mi interior, envolviendo mis sueños en melodías arrancadas de mi instrumento favorito, el piano. Cuentan mis padres que en una época en que las tiendas de juguetes en Cuba estaban temporalmente muy bien abastecidas, salió a la venta un piano en miniatura que yo deseaba comprar desesperadamente. Esa posibilidad me inquietó por completo, pues había sido mi sueño desde niña. Pero solo habían llegado unos pocos pianos y nosotros estábamos muy abajo en la lista para poder ir a comprarlo. Por si eso fuera poco, la venta comenzaba el viernes a la puesta de sol. Era difícil explicarle a una niña que el pianito que veía en la vidriera se vendería durante las primeras horas del sábado, y que por nuestros principios no debíamos ir a comprarlo.
Pero de alguna forma el Espíritu Santo obró en mí para que, siendo tan pequeña, entendiera el dilema. Nos llovieron críticas, burlas y censuras. Nadie entendía cómo nuestros padres eran capaces de «torturar» a sus pequeños por un «fanatismo» religioso. Pero lo que ellos en realidad no comprendían era la certeza de que «a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien» (Rom. 8: 28).
Fuimos a la iglesia aquella noche y también a la mañana siguiente. La tienda estaba cerca del templo y eran muchos los rostros que nos observaban con curiosidad. Tras despedir el sábado, nos dirigimos a la tienda con nuestros boletos en la mano. La dependienta nos trató con desprecio, pero los ojos de mi madre buscaban lo que mi corazón anhelaba. Y allí, debajo de un montón de cajas, apareció un pianito. Cuando salimos de la tienda, los ojos que nos habían censurado nos miraban atónitos, como si les costara comprender lo sucedido. Era el constante amor de Dios, respondiendo sin palabras a las acusaciones.
La próxima vez que te sientas indefensa ante las miradas acusadoras y las criticas hirientes, fija tus ojos en Dios, y verás que su amor es invariable.
El amor adquiere el tamaño del corazón.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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