sábado, 12 de febrero de 2011

NUNCA DUDES EN MOSTRAR COMPASIÓN

«No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos», Calatas 6: 9.

Lo llamaban «Memo». Era un joven universitario a quien le gustaba vestir con pantalones rotos, llevar el cabello largo y esponjado, y no usar zapatos. Para sus compañeros era normal verlo así.
El muchacho aceptó a Cristo como su Salvador. Un día pensó en ir a una iglesia donde las personas vestían muy elegante. Entró aquella mañana al templo, sin ¿pena ni temor, y fue avanzando lentamente por el pasillo buscando un lugar en dónde sentarse. Ese día la iglesia estaba repleta, así que como no encontró asiento y ya había llegado hasta el frente, decidió sentarse en la alfombra, mirando al pastor que estaba por iniciar el sermón.
Los feligreses habían observado los movimientos de Memo, y cada vez les incomodaba más su presencia. Les molestaba que ese joven, de aspecto tan estrafalario, estuviera sentado ahí, a la vista de todos. El diácono más anciano de la iglesia se levantó de su asiento y con paso lento, apoyándose en su bastón, se dirigió hacia el joven. Todos estaban a la expectativa. ¿Qué iba a suceder? ¿Le iba a prohibir al joven que permaneciera en ese lugar? ¿Le iba a comentar que no era la manera correcta de adorar a Dios?
El pastor también estaba pendiente y decidió no iniciar el sermón hasta ver en qué terminaba todo aquello. Cuando por fin el diácono llegó a donde estaba el muchacho, soltó el bastón y con mucha dificultad se sentó en la alfombra al lado de él. La emoción embargó a los asistentes. Qué mejor sermón que haber presenciado la compasión de aquel anciano.

Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez

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