lunes, 2 de mayo de 2011

QUE ELLOS VEAN

Haz conmigo serial para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste. Salmo 86:17.

¿Qué serial? ¿De qué serial habla el salmista? De la obra prodigiosa de Dios en favor de sus hijos; de la acción libertadora de su poder. Porque, lamentablemente, vivimos en un mundo en que el enemigo se deleita en traer dolor a quienes temen al Señor.
Para eso se vale de instrumentos humanos: seres que no tienen en cuenta a Dios para nada; que se deleitan en hacer sufrir a los seguidores de Jesús. Los puedes encontrar en todos los lugares: en el centro de trabajo, en el vecindario, en la escuela y, muchas veces, inclusive, en medio de la familia. Es gente que, por ningún motivo, intenta perjudicarte, se coloca en contra de ti y te provoca. Personas que se alegran con tu desdicha y se entristecen con tus victorias.
¿Adónde van los hijos de Dios en esos momentos? David acudía a Dios, se escondía en los brazos del Padre eterno, y recibía de él ayuda y consuelo.
La palabra "ayuda", en hebreo, denota el sentido de fuerza, cuando sientes que ya no tienes más fuerzas, y la palabra "consuelo" tiene la connotación de la madre que sopla la herida del hijo que llora de dolor. ¿No son dos figuras maravillosas? Dios jamás hará por ti lo que es necesario que tú hagas por ti mismo. Él te ayudara, te fortalecerá y, al mismo tiempo, te consolará. Y ¿cuál será el resultado? Te levantaras para continuar la jornada; seguirás adelante aunque tus pies sangren y te duela el cuerpo; avanzaras, con la certidumbre de que no estás solo. Y todo eso se transformara en victoria.
Pero, el versículo de hoy indica que la victoria de los justos se transforma en afrenta, para los enemigos de Dios. Las obras de victoria, en tu vida, son como marcas, cicatrices que hablan de una historia de lucha. En algún momento, el enemigo te hirió, te hizo sangrar; en algún momento estuviste a punto de desanimarte y abandonar el camino. Pero, Dios te consoló, te ayudo, y llegaste victorioso al término de la experiencia.
Por eso, hoy, que tienes delante de ti los desafíos de un nuevo día, vuelve tus ojos a la promesa divina. El Señor jamás te prometió que en esta vida no enfrentarías el dolor, pero te aseguro que sus obras de victoria serian una realidad en tu vida. ¿No es maravilloso?
Entonces, di hoy al Ayudador: "Haz conmigo serial para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados; porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

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