martes, 5 de julio de 2011

"POR CAUSA DEL ALCOHOL PERDÍ DIEZ AÑOS DE MI VIDA"

El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio. Proverbios 20:1.

En mi primer verano de colportaje conocí a un hombre que nunca olvidé con el paso de los años. Vivía en una propiedad bien ubicada dentro de esa ciudad, y toda la familia daba la impresión de estar en una buena posición económica. A primera vista se veían felices y satisfechos con la vida que estaban llevando.
Abrí el prospecto para presentar los libros; y cuando llegué a la parte que hablaba de los problemas con el alcohol, la expresión del rostro de todos cambió. Entonces pregunté, por curiosidad, qué estaba ocurriendo. El padre de familia tomó la palabra: "Lo que me cuentas, yo lo viví en mi hogar. Por causa del alcohol perdí diez años de mi vida". Con arrepentimiento, este hombre me describió los años de dolor, sufrimiento y vergüenza que toda su familia había soportado mientras él permanecía esclavo de los efectos del vino. Durante diez años, su esposa y sus hijos habían padecido el tormento de tener a su lado a un hombre que "a veces era un santo y otras veces un demonio". Gracias a Dios y al programa de Alcohólicos Anónimos, el que había sido un despojo humano volvió a la vida.
Las Escrituras procuran frenar a quienes están iniciándose en el alcoholismo, porque nadie nace enfermo. Todos empiezan tomando en las fiestas, en los cumpleaños, o simplemente en una salida con los amigos, pero con la fatiga de los años, o simplemente por una desdicha familiar, muchos intentan "ahogar sus penas" con un vaso de licor. Esto se vuelve un hábito y un vicio; y así, quien tomaba en libertad, se vuelve un esclavo de la bebida.
Con cuánta razón escribió Salomón al final de su vida: "El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora; y cualquiera que por ellos yerra no es sabio". Quienes se permiten tener este tipo de vicios, demuestran falta de sabiduría. Todos corremos el riesgo de tener una desgracia familiar, sentirnos fracasados en algo o simplemente estar viviendo una situación que nos supera, pero ninguna bebida alcohólica podrá jamás ayudarnos a superar esa pena y seguir adelante.
Jesús, nuestro gran amigo y ejemplo espiritual, es el único que puede consolarnos, cambiar el fracaso por un rotundo éxito, y ayudarnos a crecer en la vida. Si quieres en algún momento "ahogar tus penas", recurre a Jesús. Él te dará lo que necesitas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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