martes, 19 de julio de 2011

TEMPERANCIA 2ª PARTE

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma. 1 Pedro 2:11.

Ayer vimos un aspecto del significado de la palabra temperancia, y es justamente el uso moderado de todo lo bueno que poseemos. Pero Elena G. de White, cuando habla de temperancia, no solo hace alusión al consumo equilibrado de las cosas, sino que agrega "una total abstinencia de toda complacencia perjudicial o degradante" (La temperancia, p. 90).
Por esta razón, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha predicado desde sus comienzos más tempranos, la abstención total de las bebidas alcohólicas y del tabaco. Con los años, se añadieron los narcóticos.
Si eres un adventista cabal y consecuente con tu fe, te abstienes de los vicios; y realmente ¡te felicito! Tú eres el gran beneficiado al negarte el consumo de esos tóxicos.
Pero la temperancia tiene que ser aplicada en todas las áreas de la vida, pues es un fruto del Espíritu Santo. Por eso es importante saber decir "no" cuando el enemigo de Dios ponga a tu alcance pornografía en cualquiera de sus formas. No permitas que estas imágenes depravadas ensucien tu mente y tu percepción espiritual. También es sabio decir "no" cuando amigos o conocidos te inviten a lugares inconvenientes, donde los ángeles y el Espíritu Santo no pueden entrar. En conclusión: si lo que nos presenta el enemigo tiene algo de pecaminoso o repudiable, entonces es necesario abstenerse de toda esa complacencia perjudicial o degradante.
En cierta ocasión un alumno me preguntó: "¿Por qué los adventistas enseñan que no se debe consumir tabaco, si la Biblia no lo prohíbe?" En mi respuesta, le recordé que la Palabra se limita a sentar principios, para que cada persona los aplique a su propia vida. Por eso, aunque la Biblia no diga explícitamente que no debemos consumir tabaco, drogas o pornografía, lo deja bien claro cuando nos dice: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" (1 Cor. 3:16, 17). El principio es claro: nuestro cuerpo no nos pertenece, es de Dios, y por lo tanto debemos cuidarlo.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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