viernes, 26 de agosto de 2011

UN MAL CAMBIO

Mejor es lo poco con justicia que la muchedumbre de frutos sin derecho. Proverbios 16:8.

¿Te ocurrió alguna vez que hiciste un mal cambio? A mí me pasó una vez en los años de mi infancia. Hacía semanas que venía juntado figuritas coleccionables para pegar en un álbum, y obsesionado con ellas, entregué un auto de colección por unas treinta figuritas de un amigo. Luego de haber hecho el cambio, me arrepentí de todo corazón, porque el valor del autito superaba ampliamente al de las figuritas.
Los malos cambios no son solo cosas de chicos, porque en el mundo joven y adulto también se hacen malos cambios. Y eso fue lo que hizo Giezi mientras era siervo de Elíseo.
Naamán había llegado a Israel buscando sanarse de una enfermedad terminal. Luego de que le fue restaurado la salud, regresó a la casa del profeta para agradecerle, confesar su devoción por el Dios de Israel y entregar obsequios costosos a modo de pago. Como el milagro lo había hecho Dios, Elíseo se negó a recibir algún tipo de regalo, y simplemente alentó al general sirio a adorar a Jehová.
Giezi contempló toda la escena y no pudo comprender lo que su amo había hecho. "¿Cómo no iban a aceptar algún regalo de este hombre rico?", se preguntó el siervo ambicioso. Olvidando sus quehaceres, corrió detrás de Naamán, y al alcanzarlo le dijo: "Mi señor me envía a decirte: He aquí vinieron a mí en esta hora del monte de Efraín dos jóvenes de los hijos de los profetas; te ruego que les des un talento de plata, y dos vestidos nuevos" (2 Rey. 5:22). El general sirio dio con presteza lo que se le pedía y continuó su camino, y Giezi, escondiendo los regalos, se presentó a Elíseo como si no hubiera hecho nada malo.
Dios no pasó por alto esta temeridad, pues su Nombre estaba en juego, y la lepra de Naamán recayó como atroz castigo sobre Giezi. ¡Qué mal cambio hizo este siervo! Cambió su salud por dinero.
Tristemente, en la actualidad también existen personas que hacen esos malos cambios. Por ganar dinero, trabajan muchísimas horas diarias, abandonando a sus familias, la honradez y hasta su salud. Se exigen al extremo, no tienen feriados, días de reposo o vacaciones. Sacrifican todo, incluso su propia vida, para obtener lo que desean.
Nunca permitas que el dios de las riquezas te impulse a hacer malos cambios. Dale el primer lugar a Jesús, y ese será la mejor decisión que habrás realizado en toda tu vida.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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