domingo, 13 de noviembre de 2011

VIDA DOBLE

Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Santiago 2:12.

Ese sábado tuve que asistir a una iglesia diferente de la que concurro habitualmente, porque se bautizaban varios de los alumnos del colegio donde trabajaba. Al llegar, me recibió Marcos, un joven de dieciocho años que también pertenecía al colegio y que estaba vestido como conquistador para dirigir la guardia de honor de quienes se bautizaban. Durante el bautismo, Marcos se mostró servicial, atento y muy responsable de todas las actividades que tenía a su cargo, y en buena medida me sentí orgulloso de que asistiera a un colegio adventista.
Días más tarde, al ingresar al aula de Marcos, lo vi haciendo desmanes terribles. Cuando un preceptor le llamó la atención, Marcos le respondió con tantas palabrotas que no podía creer que se tratara del mismo joven que había colaborado en el bautismo. Luego, al conversar con la directora del colegio, me mencionó que Marcos tenía una conducta pésima con casi todos los profesores, y que estaban esperando que terminara el año de estudios porque entonces ingresaría a la universidad y no tendrían que soportarlo como estudiante de la escuela secundaria.
Es común que tanto jóvenes como adultos nos comportemos de un modo diferente en el ambiente cotidiano que en la iglesia. Como la iglesia es la casa de Dios, muchos somos reverentes y hasta parecemos excelentes cristianos, pero una vez que salimos del templo, volvemos a la vida que llevábamos y vivimos como si Jesús no existiera.
Santiago, procurando que los cristianos se condujeran como tales en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, aconsejó: "Así hablad y así haced". Es fácil mostrarse como buenos cristianos mientras estamos en el templo, pero el cristianismo genuino se demuestra en cada lugar que se pisa. Jesús fue un ejemplo de vida en la montaña, en la barca con sus discípulos, en la casa de Lázaro, en la mesa de Simón, en el templo, en su hogar y en el juicio ante Anas y Caifás. Su mensaje fue auténtico y llamativo, pero lo que más impresionó a los contemporáneos de Cristo fue su vida ejemplar. Por eso, si somos seguidores de Jesús, tenemos que vivir como buenos cristianos en la iglesia, en la casa, en el colegio y en la casa de nuestros amigos.
Cada uno de nosotros debe vivir cada día mirando a Jesús como el gran modelo. No importa el lugar donde estemos, no importa la circunstancia, siempre debemos ser y parecer cristianos. Con Jesús en el corazón, una vida doble no tiene sentido.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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