lunes, 30 de enero de 2012

EL BUEN CAMINO

Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios (3 Juan: 11).

Los años de la infancia siempre se contemplan con nostalgia. Uno de los recuerdos que conservo es que cuando hacía algo malo, me escondía creyendo que Dios no podría verme y por tanto no me castigaría.
Yo fui educada en un hogar católico, donde temer a Dios equivalía a tenerle miedo. Mis mayores me decían: «Si no te portas bien, Dios te castigará». «Si no estudias, Dios te castigará». Y así una serie de reprimendas que por mi corta edad no comprendía del todo.
En mi corazón albergaba dudas: por un lado me decían que Dios me amaba, y por otro me inculcaban el miedo con castigos. Así que empecé a buscar con todo mi corazón a aquel Dios que no podía comprender. No sabía cómo hacerlo, por lo que rezaba mucho, ya que para aquel entonces aún no sabía orar. Todos los días me dirigía a Dios utilizando la mejor forma que conocía, y sentía que en mi interior surgía una paz que antes no disfrutaba.
Así pasaron muchos años, pero mi búsqueda y mis ansias por conocer a Dios no se extinguían. Un día me llegó la oportunidad de estudiar la Biblia. Al principio no entendía nada, todo era nuevo para mí; pero me llamó la atención un pasaje que decía: «Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (Eze. 36: 26). Me conmoví al leer aquellas palabras. Aunque no las entendía muy bien, sabía que aquella promesa implicaba algo bueno.
Continué estudiando la Palabra de Dios y mi vida fue cambiando. Ya no tenía miedo, tan solo sentía la necesidad de estar con Jesús. Si él me prometía un corazón nuevo era porque el mío no servía: «Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos mis caminos» (Prov. 23: 26). Acepté a Jesús, le entregué mi corazón y mis temores se han convertido en amor; en un amor que todo lo puede, todo lo soporta, que no tiene envidia, que es sufrido, como leemos en 1 Corintios 13.
Ese es el amor que deseo para todos los que anhelan seguir a Jesús: el ejemplo de amor más grande en la historia de la Creación.

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Rosita Val es española

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