viernes, 27 de enero de 2012

EL GUSANITO DE LA ENVIDIA

Es cierto que al necio lo mata la ira y al codicioso lo consume la envidia. Job 5:2, RV95

Dicen que el envidioso se mata con sus propias flechas. La conocida historia de Dionisio y Damocles parece confirmarlo.
Dionisio era rey de Siracusa, una de las ciudades más ricas de Sicilia. Por ser el rey, vivía en un lujoso palacio rodeado de placeres. Pero también era objeto de la envidia de muchos, entre ellos de su amigo Damocles. Cada vez que se presentaba la oportunidad, Damocles decía que Dionisio debía ser el hombre más feliz del inundo. Un día Dionisio se cansó de escucharlo.
—Damocles, noto que me repites vez tras vez que soy el hombre más feliz del mundo. ¿Te gustaría cambiar de lugar conmigo?
—Si eso fuera posible —respondió Damocles—, nada me gustaría más.
Al día siguiente Damocles amaneció en el palacio y ocupó la silla real. Mientras comía y daba órdenes a los siervos, pensaba en lo dichoso que era: «Esto sí que es vida. Por nada del mundo lo cambiaría». Entonces se dispuso a beber de su copa. Al levantarla, por primera vez miró hacia el techo. Lo que vio lo paralizó en el acto: una filosa espada estaba justo sobre su cabeza, pendiendo de un finísimo hilo. Damocles quedó petrificado.
—¿Qué le pasa, amigo? —le preguntó Dionisio.
—¡Esa espada... que está... sobre... mi cabeza! ¿No la ves?
—Claro que la veo —respondió Dionisio—. Siempre está sobre la cabeza del rey. Porque verás, amigo mío, la vida del rey no es solo una vida de privilegios. También conlleva riesgos: alguien puede sublevarse, o intentar matarte; o, si gobiernas mal, puedes ser derrocado. Quien quiera disfrutar del poder, también tendrá que aceptar los riesgos del poder.
De más está decir que Damocles se sintió muy feliz cuando volvió a su vida normal. Había aprendido que en la vida, los beneficios conllevan responsabilidades. E imagino que también aprendió que «la mente tranquila es vida para el cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos» (Prov. 14:30).
Si alguna vez sientes que el gusanito de la envidia intenta quitarte la paz, recuerda las palabras del poeta Joseph Addison. Dice él que para ser feliz, basta que tengamos tres cosas: algo útil que hacer, alguien a quien amar y algo que esperar.
Pensándolo bien, ¡tienes las tres!
Gracias, Padre, porque tengo cosa útiles que hacer, gente que amo y me ama, y algo bueno que esperar; la venida del Señor Jesús.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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