jueves, 29 de marzo de 2012

«LÍMPIAME»

«¡Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado!» (Salmo 51:2).

Jesús dijo al leproso: «Sé limpio». En esas palabras hay fuerza y poder. Tienen autoridad y energía. Cristo sana nuestras almas con esas mismas palabras: «Sé limpio». Dicho de otro modo: «Desea ser limpio».
¿Quiere ser limpio? Si el Salvador nos dice: «Sea», nos está diciendo que quiere que seamos limpiados. El pecado y la enfermedad no pueden existir en presencia del Salvador si su voluntad es que seamos sanados. Ninguno de los que realmente quieran ser purificados quedará impuro.
Tan pronto como las palabras salieron de boca de Jesús la lepra del hombre desapareció. La naturaleza trabaja poco a poco, pero el Dios de la naturaleza obra inmediatamente. Él habla y se hace. Ordena y existe (ver Sal. 33:9).
Después de que el hombre fuera sanado, Jesús le dio una orden: «No le digas a nadie hasta que hayas presentado ante el sacerdote y él dictamine que estás limpio; y así tendrás una prueba legal de que eras un leproso, pero que ahora estás totalmente curado» (ver Mat. 8:4; Lev. 14:2).
Jesús le dio esas instrucciones para proteger al hombre recién sanado. Lo que quiso decir fue: «No se lo digas a nadie hasta que te hayas presentado ante el sacerdote. Haz que certifique públicamente que ya no tienes lepra, porque si se entera de que yo te sané, quizá por despecho, rechace darte el certificado de curación y entonces tú tendrías que volver a vivir con otros leprosos». Cristo tuvo la precaución de observar la ley para que no se lo acusara de transgredirla y mostrar que estaba a favor de hacer las cosas de manera ordenada y respetando a las autoridades.
Jesús también le dijo al hombre que presentara la ofrenda que ordenó Moisés como agradecimiento a Dios y en contrapartida por los servicios del sacerdote. Jesús mostró respeto, humildad y consideración. Nuestro Salvador cuida hasta el más mínimo detalle.
¿Cree usted que al leproso curado le resultó difícil dar una ofrenda de acción de gracias? ¿Se quejaría porque necesitaba todo cuanto tenía para reabrir su negocio? ¿Piensa que dio una moneda cualquiera sacada de su bolsillo?
Quizá haya una razón para que nosotros también demos una ofrenda de acción de gracias. Basado en Mateo 8:1-4

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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