sábado, 28 de abril de 2012

¿ES SUFICIENTE LA SINCERIDAD?


Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento y en toda comprensión [...], a fin de que seáis sinceros e irreprochables para el día de Cristo. Filipenses 1:9,10, RV95.

Hace ya unos cuantos años, en Los Ángeles, California, una joven llamada Ángela murió después de un tiroteo con la policía. Durante su funeral el sacerdote oficiante dijo: «Ángela era una muchacha sincera, honesta y querida que, al igual que Cristo, murió por sus creencias». Resulta curioso que al describir a la misma joven, el escritor Charles Swindoll afirmó que Ángela era «una bandida depravada, prófuga de la justicia, entrenada en el siniestro arte de matar» (The Quest for Character [La búsqueda del carácter], p. 65).
¿Estaban el sacerdote y el escritor hablando de la misma persona? Uno la describe como una persona honesta, e incluso la compara con Cristo porque sinceramente murió por sus creencias; el otro, la describe como una asesina.
¿Por qué semejante contradicción? El problema está en la manera en que el sacerdote entiende la palabra «sinceridad». En su opinión, Ángela era digna de admiración por su «sinceridad» en lo que creía y hacía. Pero la pregunta que cabe aquí es: ¿Hay algún mérito en creer sinceramente en el error? ¿O en hacer sinceramente algo malo? Si la virtud está en la sinceridad de la persona, independientemente de cuan bueno o malo sea lo que haga, entonces probablemente deberíamos librar de toda culpa a Judas y a muchos otros que sinceramente hicieron lo malo.
¿Cómo determinamos si un acto es correcto o incorrecto? No es precisamente por la sinceridad con que se lo ejecute. Un acto será bueno si armoniza con los principios de la Palabra de Dios. Será malo si contradice esos principios, no importa  cuán sinceros seamos al realizarlo.
¿Significa esto que no hay valor alguno en la sinceridad? Sí lo hay. Dios quiere que con sinceridad plena creamos y practiquemos la verdad, que hagamos lo correcto y sirvamos al prójimo. Porque la sinceridad tiene valor, pero cuando va acompañada de todo lo que es verdadero, lo respetable, lo justo, lo puro y lo amable (ver Fil. 4:8).
Por esta razón, en nuestro texto de hoy el apóstol Pablo ora, no solo para que seamos sinceros, sino también irreprochables. E irreprochable significa... intachable, recto, íntegro.
Señor, ayúdame a ser sincero y  también en mis pensamientos, palabras y actos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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