domingo, 1 de abril de 2012

«TENÍA QUE HACER ALGO POR ÉL»


El que pierda su vida por causa mía [...] la salvará. Marcos 8:35

Un grupo de alumnos estaba estudiando la Biblia con su profesor. Cuando llegaron al pasaje que relata la parábola del Buen Samaritano, el profesor preguntó:
—¿Quién de los tres fue el prójimo del hombre a quien hirieron los malvados? La respuesta no se hizo esperar. —¡Usted, doctor!
El doctor a quien los alumnos consideraban el Buen Samaritano era Albert Schweitzer, el joven que abandonó la comodidad de su hogar, la compañía de sus amigos y los placeres que trae la fama para servir en África como médico misionero. ¿Sorprendente? Lo que más sorprende es que Albert ya era un reconocido teólogo y músico cuando decidió estudiar Medicina para servir a gente menos afortunada que él. Además, era director de un seminario teológico y ya había escrito varios libros. ¿Puedes imaginar el revuelo que causó cuando anunció a sus familiares y amigos su decisión?
Durante algunos años, Albert no había podido sacar de su mente la idea de que gente inocente sufría mientras él estaba rodeado de bendiciones. Pero tomó la decisión después de leer un artículo sobre el Congo que decía: «Mientras a esta gente le hablamos de religión, ellos se están muriendo ante nuestros ojos por causa de las más diversas enfermedades» (Glenn Van Ekeren, The Speaker's Sourcebook [El manual de recursos del orador], p. 359).
Entonces sucedió algo que no estaba en el plan inicial: mientras estudiaba, se enamoró de una hermosa señorita. Y ella también se enamoró de él. ¿Qué debía hacer? ¿Abandonar sus planes de ir al África? ¡Jamás! En cambio le hizo una propuesta de lo más simpática:
—Helen, sabes que estoy estudiando Medicina para ir al África. ¿Te gustaría envejecer a mi lado y pasar el resto de tu vida conmigo en la jungla?
La respuesta de ella no fue menos ingeniosa: —Albert, te amo tanto que voy a estudiar Enfermería. Así no tendrás excusa para irte sin mí (M.,p.360).
Y así ocurrió. Cuando Albert Schweitzer tenía ochenta años de edad, un reportero le preguntó por qué había escogido servir a Cristo. Su respuesta fue tan sencilla como profunda: «Usted ve —respondió—, tenía que hacer algo por él». Y tú, joven lector, ¿a qué cosa o a quién dedicarás tus talentos? ¿Qué harás por quien dio su vida por ti?
Señor, yo también quiera hacer algo por ti, hoy y mientras viva.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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