miércoles, 6 de junio de 2012

UN CONSEJO SABIO Y BARATO


Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Hebreos 12:2.

Gordon Nasby cuenta la historia de un joven que preguntó a un rey muy sabio cómo hacer para no caer en tentación. El rey entonces llenó una copa con agua y luego respondió.
—Debes recorrer la calle principal de la ciudad sin derramar una sola gota. Uno de mis soldados te seguirá durante todo el trayecto. Si él nota que derramas agua de la copa, con su espada te cortará la cabeza.
Dice el relato que el joven recorrió la calle principal de la ciudad sin derramar una sola gota. Y cuando hubo cumplido con éxito su misión, regresó al palacio para escuchar el consejo del rey.
—Muy bien, muchacho —dijo el rey—, veo que has completado con éxito mi encargo. Ahora dime, ¿qué viste a lo largo del camino? ¿Qué escuchaste? —Pues... nada, oh rey. Nada.
—¿No viste ni escuchaste nada? ¿Cómo puede ser? ¿No viste a los borrachos entrar y salir de las tabernas? ¿Tampoco a los apostadores ni a las mujeres de la vida?
—No, señor, le aseguro que nada de eso vi ni escuché.
—Muy bien, jovencito. Creo que estás listo para saber cómo vencer la tentación. Fija tus sentidos en Dios y en las cosas santas con la misma intensidad con la que concentraste tu atención en la copa, para que el agua no se derramara. Solo así podrás evitar que los placeres de este mundo cautiven tu atención y te desvíen del camino correcto (Treasury of the Christian World [Antología del mundo cristiano], p. 351).
La enseñanza de este relato es precisamente lo que, según Elena G. de White, fue el secreto del éxito de José en Egipto. Ese secreto consistió en que, ante las escenas de pecado que lo rodeaban por todas partes, José «permaneció como quien no veía ni oía» (Patriarcas y profetas, p. 192).
Toma tiempo cada día para contemplar la hermosura del carácter de Jesucristo, y para escuchar su voz que desde su Santa Palabra te susurra: «Por aquí es el camino» (Isa. 30:21). Dicho de otra manera: «Fija tus ojos en Cristo, tan lleno de gracia y amor, y lo terrenal sin valor será...».
Padre amado que al fijar hoy mis ojos en Cristo, los placeres de este mundo pierdan atractivo para mí.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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