jueves, 19 de julio de 2012

NUNCA


No estoy solo, porque el Padre está conmigo. Juan 16:32

El 29 de octubre de 1941, Sir Winston Churchill, por entonces primer ministro de Gran Bretaña, visitó su alma máter, la Harrow School, para dar un discurso. ¿De qué podría hablar en un momento en el que su país se enfrentaba a la poderosa Alemania de Hitler?
Ese día Churchill habló de perseverancia: «Nunca se den por vencidos —dijo—. Nunca, nunca, nunca. Nunca cedan ante la fuerza aparentemente poderosa del enemigo».
No sé qué luchas podrás estar librando ahora mismo. Pero una cosa te digo: No te des por vencido. Si se trata de alguna materia de tus estudios que te está dando dolores de cabeza, o de una jovencita o jovencito que te está quitando el sueño, o de una tentación que amenaza con derrumbar tus defensas espirituales; lo que sea, sigue luchando. Esta es la lección que nos enseña una antigua historia de la Edad Media, que tiene como protagonista a Robert I, el legendario guerrero que reinó en Escocia entre 1306 y 1329.
Cuenta el relato que en cierta ocasión, mientras huía de sus enemigos, Robert tuvo que esconderse en una cueva situada en la costa norte de Irlanda. Con el ánimo por el suelo, se sentó a pensar en lo que podía hacer para derrotar a los ingleses. Entonces notó que una araña trataba de hilar su tela desde un extremo de la cueva hasta el otro. A pesar de que no lo lograba, la arañita lo seguía intentando. Uno, dos, tres, cuatro intentos... Nada. Cinco intentos, seis, siete... ¡Al fin logró su cometido en el octavo intento!
«¿No puedo yo tener la misma determinación de una araña?», pensó Robert. Inspirado por la persistencia del animalito, regresó al campo de batalla, derrotó a los ingleses y finalmente ascendió al trono de Escocia para gobernar a su pueblo durante 23 años.
Como ya lo expresó Braulio Pérez Marcio: «Vale más la tenacidad que la genialidad, y la perseverancia que el talento natural, porque en tanto que la genialidad y la inteligencia pueden vacilar en la lucha [...] la tenacidad prosigue poco a poco, pero con seguridad, hasta llegar a la meta» (Querida, hija, querido hijo, p. 19).
¿Estas librando duras batallas ahora mismo? No cedas. Lucha con todas tus fuerzas.  Y no olvides que nunca estás solo.  Cualquiera sea la prueba, tu padre celestial está contigo.
Padre celestial, dame tu mano para enfrentar las pruebas de este día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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