martes, 14 de agosto de 2012

EL RICO NECIO (PARTE 2)


«Las riquezas del rico son su ciudad fortificada; como un muro defensivo se las imagina» (Proverbios 18:11). 

Es absurdo pensar que encontrar espacio para nuestras riquezas terrenales resolverá el problema de la avaricia. Cuanto más tenemos, más nos preocupamos por ello.
Es absurdo tomar una decisión precipitada, sobre todo si tiene que ver con algo grande y costoso, sin añadir un: «Si el Señor quiere» (ver Sant. 4:13-15). El tiempo está en manos de Dios, no en las nuestras, y no sabemos qué nos depara el futuro.
Es absurdo posponer el disfrute de la abundancia para el momento en que pensemos que hemos alcanzado la cima. Es posible que desaprovechemos la bendición que el Señor quiere darnos aquí y ahora.
Es absurdo confiar en que nuestros tesoros están a salvo de cualquier eventualidad. En una hora podrían quedar reducidos a cenizas; caer pasto de la polilla y el moho; o ser objeto del pillaje de los ladrones.
Es absurdo pensar que cuanto más tengamos, más felices seremos. Los ricos también tienen problemas. Por ricos que seamos, el dolor y la enfermedad, los problemas familiares y, sobre todo, un sentimiento de culpa pueden robarnos la tranquilidad.
Es absurdo utilizar nuestra riqueza sobre todo para comer y beber y ser felices, para disfrutar de la carne y satisfacer el apetito sensual, sin pensar en hacer el bien a los demás.
Mañana llegaremos a la conclusión de las lecciones de la parábola del rico necio.
Señor, sé que mis instintos no son de fiar. Soy de naturaleza egoísta. Cámbiame, te lo mego. Dame tu sabiduría. Basado en Lucas 12:16-21.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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