miércoles, 15 de agosto de 2012

EL RICO NECIO (PARTE 3)


El temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia» (Job 28:28).

Todavía podemos extraer una última lección de la parábola del rico necio. Jesús continuó la parábola, colocándose en lugar del hombre: «Y diré a mi alma: "Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y regocíjate"».
Imaginar que comiendo, bebiendo y siendo felices le hacemos un bien al alma es la mayor de las insensateces. Decir: «Cuerpo, no te impacientes, porque tienes todo lo que necesitas para muchos años», sería mucho más sensato. Pero el alma no se alimenta de cosas materiales. Pensar que la felicidad está en las cosas es causa de una gran parte de nuestros problemas.
Cuando alguien ama tanto las cosas terrenales que le es imposible vivir sin ellas, abre la puerta al sufrimiento, tanto físico como mental. Por ejemplo, algunos han asumido riesgos innecesarios para mantener intactas sus riquezas. Murieron porque entraron en casas incendiadas o se obstinaron en oponer resistencia a ladrones armados. Al parecer, tenían la sensación de que sin sus posesiones materiales la vida no merecía la pena.
Otros, cuando se ven obligados a desprenderse de sus riquezas, caen en una desesperación agónica, hasta el punto de suicidarse. Una vez, seis hombres armados irrumpieron en la caja fuerte de un banco de Londres y robaron objetos de valor tasados en más de siete millones de dólares. Una señora, cuyas joyas estaban valoradas en medio millón de dólares, se lamentó: «Todo lo que tenía estaba ahí. Mi vida entera estaba en esa caja». ¡Qué triste comentario sobre sus objetos de valor!
El rico era insensato porque no tenía puesto el corazón en el lugar correcto. Estaba en las cosas terrenales, no en las celestiales. Colosenses 3: 2 nos aconseja: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra». Este consejo no va destinado solo a los ricos. Se puede ser muy pobre y, a la vez, vivir según los valores del mundo: acumular, acumular y acumular. La mala noticia es que «el Seol y el Abadón nunca se sacian» (Prov. 27: 20). Solo hay dos maneras de conseguir lo suficiente: acumular cada vez más o desear menos.
Señor, dame lo suficiente para que no caiga en la tentación de robar pero no tanta que acabe olvidándome de ti.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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