lunes, 27 de agosto de 2012

MI «SALÓN DE LA FAMA»


A los fieles guarda Jehová. Salmo 31:23, RV95

En mi «Salón de la Fama de la Biblia», ocupan un lugar de honor varios héroes juveniles: José, Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y Azarías. ¿Por qué merecen esa distinción? Pensemos por un momento en algunos de los relatos bíblicos donde ellos desempeñan papeles protagónicos:

  1. José rechaza el acoso sexual de la esposa de Potifar, su jefe egipcio.
  2. Daniel y sus tres amigos hebreos rehusan comer alimentos impuros en la corte babilónica.
  3. Ananías, Misael y Azarías se niegan a arrodillarse ante la estatua de oro que erigió Nabucodonosor.

Lo primero que salta a la vista es que, en cada caso, estos jóvenes enfrentaron pruebas donde claramente llevaban todas las de perder: eran minoría, eran extranjeros y eran jóvenes inexpertos, que luchaban contra poderosas fuerzas que con solo una palabra podían aniquilarlos.
Lo segundo que llama la atención es que, al estar lejos de familiares y amigos, podían haber razonado que nadie se enteraría si hacían algo malo una sola vez. ¡Y sobraban las «razones» para justificar una conducta inapropiada! ¿No enfrentaban el peligro de muerte? ¿Qué utilidad podrían brindar a Dios en el cementerio, o en la cárcel? ¿Y qué de malo tendría hacer cosas que, a fin de cuentas, todo el mundo hacía!
Sin embargo, ninguna de estas excusas prevaleció. Los padres de estos jóvenes les habían enseñado: (1) el respeto a los principios de la Palabra de Dios; (2) el cuidado de su cuerpo y su mente; y (3) la responsabilidad por sus actos ante Dios, de quien eran representantes (La educación, p. 52). Pero cuando llegó el momento de la prueba, cuando nadie más podía decidir por ellos, resolvieron ser fieles a las lecciones aprendidas durante su niñez.
¿Por qué, entonces, tuvieron éxito? Porque decidieron hacer lo correcto y porque confiaron en que Dios no los abandonaría en la hora difícil. El resultado fue que, en sabiduría y belleza física, estos jóvenes no tuvieron rivales; y mejor aún, gracias a su testimonio, reyes y pueblos paganos reconocieron la superioridad del Dios de Israel. Tú también eres un representante de Dios. Decide hoy poner en alto su nombre y Dios no te abandonará en el momento de la prueba.
Padre amado, ayúdame a vivir de modo que quienes me rodeen glorifiquen tu nombre.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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