domingo, 23 de septiembre de 2012

ANTE TODO LA CALMA


Vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. (Mateo 26:7).

Un día, mientras viajaba en avión, me tocó experimentar una situación que algunos tildarían de graciosa o chistosa. A mitad de trayecto, como es costumbre en muchas aerolíneas, empezaron a servir una merienda de cortesía. El pasajero que viajaba a mi lado pidió agua mineral con gas. La botella con la que empezaron a servirle se vació antes de que su vaso se llenara, por esa razón la aeromoza tomó otra y la abrió de manera apresurada. Debido a la presión del gas, el contenido de la botella se salió de manera violenta, bañando a algunos pasajeros y salpicando a otros. Claro, era agua, y con varias servilletas se solucionó el problema.
Después de ese incidente me quedé pensando, y llegué a la conclusión de que algunas veces nos toca ser la botella, y otras veces, las personas salpicadas por su contenido. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que es común que vayamos acumulando presiones causadas por los problemas cotidianos. Pueden ser problemas de índole laboral, alimentados por compañeros indiscretos o clientes insatisfechos, o por alumnos irresponsables e irrespetuosos. Por otro lado, a veces las presiones emocionales se van generando en el hogar, en nuestra relación de pareja, por causa de unos hijos desobedientes, o por los problemas económicos y la dificultad de sacar adelante a la familia. Es así como, dentro de nosotras, se va acumulando tal presión de sentimientos negativos que llega el momento en que explotamos, sin importar a quien salpiquemos o afectemos. En ocasiones, por supuesto, somos nosotras las que recibimos las explosiones ajenas.
En un momento, por causa de una palabra dura o hi-riente que pronunciamos cuando nuestra olla a presión revienta, podemos echar por tierra la estabilidad de nuestro entorno. Ninguna de nosotras estamos libres de caer en un error como este. Por eso, es mi deseo que Dios nos ayude a mantener la calma en los momentos de tensión y angustia de nuestras vidas. Pero especialmente que nos dejemos enseñar por él día a día, de modo que sepamos dejar nuestras cargas en él y vivir una vida de confianza plena, sin frustraciones.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lupita Susunaga Navarro

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