sábado, 22 de septiembre de 2012

LA RELIGIÓN DE LA CARGA


«Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros» (Efesios 3: 20).

Durante la segunda guerra mundial, en el frente del Pacífico, los aliados utilizaban las pequeñas islas de las que casi nada se sabía cómo bases de aprovisionamiento para sus ejércitos en su travesía del océano. Los isleños, que nunca antes habían conocido la civilización, de repente, vieron que el cielo se llenaba de máquinas voladoras cargadas con personas de razas que les resultaban totalmente desconocidas. Aquellos «dioses» del cielo trajeron consigo jeeps, frigoríficos, encendedores Zippo, ventiladores y armas. Construyeron edificios, torres de control y aeródromos.
Luego, tan repentinamente como habían venido, se fueron. Los isleños estaban desconcertados. Supusieron que toda esa gente procedía del cielo. Como resultado la población local desarrolló una nueva religión llamada la religión de «la carga». Por supuesto, la carga eran los objetos que trajeron los que venían del cielo. El culto a la carga enseñaba que, algún día, en el futuro, los dioses de la carga regresarían y que era necesario estar preparados construyendo modelos de aviones y torres de control con cañas de bambú para su segunda venida.
Poco después los misioneros llegaron a las islas. Al principio, los adoradores del culto a la carga los recibieron con alegría porque pensaban que era la segunda venida de los dioses de la carga. Como es obvio, los misioneros habían ido a predicar el evangelio, pero cuando la población local vio que el mensaje no iba acompañado de una carga, pronto perdió el interés por lo que intentaban hacer los misioneros.
En el siglo XXI tenemos que estar en guardia para no desarrollar un culto a la carga. Jesús dijo que lo importante en la vida de una persona no son las posesiones materiales. «Y les dijo: "Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee"» (Luc. 12:15).
¿Acaso usted ora por lo que puede obtener en lugar de hacerlo por lo que puede llegar a ser? Lo reto a que en su próxima oración no haga ninguna referencia a sus necesidades y deseos físicos (no es para siempre, se trata solo de un experimento). Reclame la promesa de que, si usted busca primero el reino de Dios y su justicia, él le dará todo lo que usted necesite. Si durante un tiempo usted ora así, descubrirá que las cosas de la carne ya no le interesan tanto.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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