sábado, 1 de septiembre de 2012

TÚ, SEÑOR, ME VES


«Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad. Dije: "Confesaré mis rebeliones a Jehová", y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmo 32:5).

Imagine por un momento que usted es testigo de la reunión del hijo pródigo con su padre. «Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre» (Juan 15:20). La palabra «vio» está muy cargada de significado. Vio quién era, vio de dónde venía, vio las vestiduras harapientas, vio la inmundicia de los cerdos en sus manos y pies, vio su aspecto penitente. Dios ve a las personas de una manera que usted y yo jamás entenderemos. Ve a través de nosotros, a simple vista, como si fuéramos de cristal; ve todo nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro.
Cuando el padre vio al hijo, «fue movido a misericordia». Su corazón no sentía ira hacia su hijo; solo sentía compasión por aquel pobre muchacho que se había causado tanto daño a sí mismo. Cierto que era culpa del muchacho, pero en aquel momento no lo pensó. El estado en que se encontraba, su miseria, su vergüenza y su rostro, pálido por el hambre, conmovieron el corazón de su padre. También Dios se compadece de nuestros sufrimientos y miserias. Aunque nosotros mismos seamos la causa de nuestros problemas, Dios se compadece de nosotros. «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias» (Lam. 3:22).
Se cuenta una historia más moderna, de un padre y un hijo que habían discutido. El hijo huyó, y el padre partió en su busca. Lo buscó durante meses, pero sin éxito. Finalmente, en un último esfuerzo desesperado por encontrarlo, el padre puso un anuncio en el periódico. El anuncio decía: «Querido hijo, reúnete conmigo delante de la redacción de este periódico el lunes al mediodía. Todo está perdonado. Te quiero. Tu padre». El lunes se presentaron ochocientos «hijos»; todos buscaban el perdón y el amor de sus padres.
Todos nosotros necesitamos que nuestro Padre celestial nos perdone. ¿Cree usted que él está demasiado ocupado para que pueda escuchar su confesión?  ¿Tiene miedo de que no le haga caso y lo rechace? Recuerde la historia del hijo pródigo. Nuestro Padre celestial nos busca. Basado en Lucas 15:11-32

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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