viernes, 21 de septiembre de 2012

UNA CUESTIÓN DE VIDA O MUERTE


«Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» (Marcos 1:35).

A todo el mundo le encantan los bebés; bueno, a casi todo el mundo. Nacen indefensos. Alguien tiene que suplir sus necesidades. Y, sin embargo, eso es parte de su atractivo.
No obstante, aunque los demás tienen que hacer mucho para que vivan sanos, los bebés tienen que hacer ciertas cosas por sí mismos. Una de ellas es respirar. Es posible que, durante un corto espacio de tiempo, una máquina bombee oxígeno en sus pequeños pulmones, pero, tarde o temprano, el bebé tendrá que empezar a respirar por sí mismo.
«La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de gracia, y conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al corazón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la experiencia religiosa. Descuídese el ejercicio de la oración, u órese espasmódicamente, de vez en cuando, según parezca propio, y se perderá la relación con Dios. Las facultades espirituales perderán su vitalidad, la experiencia religiosa carecerá de salud y vigor» (La oración, cap. 1,pp. 12,13).
Nuestra vida espiritual es como un bebé. Aunque el pastor puede estimularnos, los demás miembros de nuestra familia pueden orar por nosotros y los amigos pueden animarnos, si queremos seguir vivos espiritualmente, hay una cosa que tenemos que hacer por nosotros mismos: respirar; en definitiva, orar.
Un cristiano sano es un cristiano que siempre ora. El descuido de la oración lleva inevitablemente a la decadencia espiritual. Quizá al principio sea difícil de observar pero, al final, los síntomas serán inequívocos:
  • La oración sincera pronto se convierte en un acto formal lleno de palabras vacías.
  • Los valores de la persona se asemejan a los del mundo.
  • Cada vez habla menos de Dios y de asuntos espirituales.
  • Cada vez pasa menos tiempo a solas con Dios hasta que, al final, ya no pasa ni un minuto con él.
  • La resistencia al pecado pierde importancia de manera paulatina y solo se produce cuando sus consecuencias podrían ser muy graves.

La oración es asunto de vida o muerte. No contenga la respiración.  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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