viernes, 19 de octubre de 2012

LA BENDICIÓN DE DAR


Más bienaventurado es dar que recibir.  (Hechos 20:35).

Una tarde fui de tiendas con una amiga y vi un hermoso vestido que consideré apropiado para cualquier ocasión, ya que no era ni muy elegante ni tan informal. Al conocer el precio me dije: «Olvídalo, tendrás que ahorrar por lo menos seis meses y cuando tengas el dinero seguro que ya no estará». Pensé que aunque no fuera el mismo vestido compraría otro parecido. Así que comencé a apartar dinero en mi cartera, bien escondidito para ni yo misma verlo.
Un sábado de mañana me dispuse a escuchar el sermón. El templo estaba muy lleno pero vi un asiento vacío y pregunté si me podía sentar allí. La persona que estaba a mi lado era conocida. Al preguntarle que cómo le iba, me respondió que «muy mal». Al contarme otros detalles de su situación me sentí conmovida. Sin pensarlo dos veces, saqué mi ahorro secreto y se lo entregué, diciéndole: «Dios ha permitido que yo apartara este dinero porque él sabía que tú lo ibas a necesitar. Tómalo».
Yo también había estado orando por la salud de una persona que vivía en el extranjero. Nos alegramos mucho al saber que Dios nos había escuchado y le había devuelto la salud. Aquella persona luego me envió un hermoso vestido como muestra de su aprecio y cariño. «Qué bueno es Dios, yo le brindé tan solo un poquito de amor a uno de sus hijos y él me agradece su ayuda dándome mucho más». Pero no sabía lo que Dios me reservaba. Unos días más tarde, mi amiga me invitó a salir y me llevó de nuevo a la tienda donde había visto el vestido. Estaba rebajado, su valor ahora era tres veces menor. Jesús me dijo ese día: «Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa» (Mat. 10:42).
Sus promesas están todas a nuestro alcance, solo permitámosle que actúe a través de nosotras y experimentaremos en nuestras vidas la felicidad del servicio, así como la calidez de su amor y de su ternura.
Querido Señor, gracias por colocar en nuestros corazones el afecto y el interés por nuestros semejantes. Ayúdanos a estar dispuestas a servir en todo momento.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Gloria Epalza de Pérez.

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