lunes, 15 de octubre de 2012

LA LUJURIA DESTRUYE LOS MATRIMONIOS


Más vale ver con los ojos que divagar con el deseo. También esto es vanidad y correr tras el viento (Eclesiastés 6:9).

También podemos codiciar posesiones, poder o tener una ambición orgullosa. Vemos lo que tienen los demás y lo queremos. Nuestro corazón se engaña y piensa: "Si sólo tuviera esto podría ser feliz". Entonces, tomamos la decisión de conseguirlo.
"Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición" (1 Timoteo 6:9). La lujuria se opone al amor. Significa desear con pasión algo prohibido. Y en el caso de un creyente, es el primer paso para salir de la comunión con el Señor y con los demás. Esto se debe a que cada objeto de tu lujuria (ya sea un joven compañero de trabajo o una actriz, codiciar una casa de medio millón de dólares o un auto deportivo) representa el comienzo de una mentira. La persona o la cosa que parece prometer una satisfacción absoluta se asemeja más a un pozo sin fondo de anhelos insatisfechos. La lujuria siempre genera más lujuria. "¿Por qué hay enemistades y riñas entre las personas? ¿Será que en el fondo del alma tienen un ejército de malos deseos?" (Santiago 4:1, BAD, paráfrasis).
La lujuria logra que estés descontento con tu cónyuge. Genera enojo, adormece el corazón y destruye los matrimonios. Lleva a la desolación en lugar de llevarte a la plenitud. Es hora de desenmascarar la lujuria y mostrar qué es en verdad: una sed equivocada de satisfacción que solo Dios puede saciar. La lujuria es como una luz de advertencia en el tablero de mandos de tu corazón, que te alerta si no estás permitiendo que el amor de Dios te llene. Cuando tienes los ojos y el corazón puestos en él, tus acciones te guiarán a un gozo duradero en lugar de a ciclos interminables de reproche y condenación. "Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dotado de su poder.
Reflexión: MIRARÉ CON OJOS DE AMOR, SIN CODICIAS NI MALOS PENSAMIENTOS  LO QUE GIRA A MI ALREDEDOR.  ORA AL SEÑOR PARA QUE CUBRA TUS OJOS   DEL MAL Y LOS DESTAPE CON DIVINA SANTIDAD.

Tomado del 50 días de Oración
Por Pr. Juan Caicedo Solís
Secretario Ministerial, Dir. Hogar y Familia
Unión Colombiana del Sur

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