lunes, 1 de octubre de 2012

UN DÍA A LA VEZ


«Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal» (Mateo 6:34).

Hay quienes sugieren que sufrimos porque nos falta fe. La vida me enseña que la fe en Dios no hace que mis problemas o mi sufrimiento desaparezcan, sino que me ayuda a vencerlos. Las Escrituras enseñan que no hay que vivir más que un día a la vez (ver Mat. 6: 34). Si pensáramos que todos los días iban a ser iguales, nos desesperaríamos.
Mientras dirigía unas charlas en una reunión campestre, visité un cementerio cercano del siglo XVII. Yendo de una tumba a otra, me conmoví profundamente. Fue impresionante observar que, aunque algunos de los que ahí yacían habían muerto a una edad no muy avanzada, la muerte había sorprendido a la mayoría en su juventud. Muchos de ellos habían sido sepultados a los treinta, los cuarenta o, como mucho, los cincuenta años de edad. Asimismo, también pude ver que había muchos niños. Una inscripción sobre la tumba de un niño de 12 años de edad decía que había muerto mientras nadaba en el río. Apenas pude imaginar el dolor de sus padres.
Esta vida es sufrimiento y, finalmente, muerte. Si eso fuera todo, la vida no sería más que una macabra burla. Sin embargo, al abrir el corazón a Dios en oración, aunque el presente parezca sombrío (como en el caso de Jesús en Getsemaní), podemos mirar aún más allá espléndido y, con el apóstol  Pablo, decir: «Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Rom. 8:18). Más que someternos a la voluntad de Dios, estaremos de acuerdo con él porque «fiel es el que prometió» (Heb. 10:23).
Es una lástima que, al hablar de calamidades, las achaquemos a la voluntad de Dios. La oración debería hacernos crecer hasta que veamos la voluntad de Dios Como una victoria y no como una derrota. Una vez me hablaron de una mujer que estaba encantada de que Dios no respondiera a sus oraciones de la manera que ella quería porque entonces estaba segura de que se hacía la voluntad de Dios y no la suya.
Sus caminos no son nuestros caminos; son mejores.  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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