lunes, 6 de mayo de 2013

LOS BUENOS DESEOS DE DIOS

Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente (3 Juan 2).

Uno de los mayores bienes es la salud. Los enfermos ricos son pobres. Los pobres sanos son ricos. Por ejemplo, si caías enfermo durante el siglo XIX por ningún motivo deseabas ir al hospital. Era un viaje a la muerte en una época en la que se desconocían los gérmenes. Las epidemias eran visitantes regulares de los hospitales faltos de higiene. Al principio, los sanatorios fueron instituciones fundadas para los pobres. Eran sitios donde se iba como último recurso: los enfermos iban allí para morir.
Las personas adineradas recibían tratamiento médico en sus casas. Pero tampoco les iba mejor. La idea común de la enfermedad era que los humores corporales debían equilibrarse. Por lo tanto, curar era equilibrar. Y un primer paso en ese proceso era una sangría, para quitar el supuesto exceso de sangre. Generalmente se le extraía al infeliz enfermo entre medio litro y un litro de «vida». Luego seguían los purgantes, que eran dos poderosas y extremadamente venenosas drogas: estricnina y mercurio. Como se creía que el vómito, la fiebre y la diarrea eran síntomas de «mejoría», el resultado era la deshidratación y la muerte del paciente.
Por algo a aquella época se la llamaba «la era de la medicina heroica». La cirugía no era mejor; se practicaba sin anestesia. Los cirujanos eran los carniceros y los peluqueros. George R. Knight cuenta que al joven Urías Smith, su mamá le amputó la pierna en la mesa de la cocina... sin anestesia, por supuesto.
Para ser médico, bastaban ocho meses de entrenamiento, aunque el candidato no hubiera terminado la escuela secundaria. No extraña que Oliver Wendell Holmes dijera: «Si todo el conocimiento médico que ahora se utiliza fuera echado al fondo del mar, sería muy bueno para la humanidad, y muy malo para los peces». Edson White, hijo de Elena G. de White, tenía uno de esos grados y, por propia experiencia, comentaba: «El médico a cargo es un villano, la clínica Hygeio-Therapeutic es un fraude vergonzoso y el viejo doctor Mill debería ser echado al fondo del río Delaware».
Pero Dios anhela la salud para su pueblo, porque sabe que es uno de los bienes más preciados por los seres humanos. Por eso dio a su pueblo principios de salud y leyes sanitarias efectivas. Hoy, el pueblo adventista está llamado a dar a conocer la reforma prosalud. Por tu propio bien, procura conocer y practicar los principios divinos de la vida saludable.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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