sábado, 10 de marzo de 2012

DETENER LA HEMORRAGIA

«Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"» (Lucas 23:34).

Cuando nos cortamos, sangramos. Pero Dios nos puso en la sangre unas células llamadas plaquetas que, al desencadenar un proceso de coagulación, dan inicio a la curación. Sin plaquetas, una persona podría morir desangrada.
Si alguien nos ofende o nos causa algún daño, nuestra naturaleza tiende a hacernos sentir amargura y resentimiento. Si no nos ocupamos de ellos, esos sentimientos pueden llegar a causar una «hemorragia» emocional y espiritual.
Hace algún tiempo hablé con un matrimonio cuya hija había sido asesinada por su esposo. El yerno cumplía condena en la cárcel y ellos habían acogido a su nieto.
El problema era que la mujer, en particular, estaba enfermando a causa de la amargura y el resentimiento hacia su yerno. Y, lo que es peor, su fe y su relación con su nieto empezaban a verse afectadas.
Es evidente que, en ese matrimonio, la amargura era la causa del resentimiento y el odio que empezaba a sentir la abuela hacia su nieto. Eso significa que la amargura no se dirige únicamente hacia la persona que nos ha ofendido, sino que, a menudo, afecta a nuestra relación con terceros, generalmente miembros de nuestra familia.
Oré con la pareja y pedí al Señor que les concediera el don del perdón. La señora me dijo que no había querido orar para pedir el don de perdonar a su yerno porque creía que, de hacerlo, habría significado que la muerte de su hija no le importaba. Le hice ver su error. Tenía que orar para que Dios pudiera sanar su odio o, de lo contrario, tendría que vivir con la sensación de que cada día asesinaban a su hija. Como puede ver, la amargura y el resentimiento son un freno para la vida. Hacen que vivamos anclados en el pasado.
Al igual que las plaquetas detienen las hemorragias y empiezan el proceso de curación, el don del perdón corta el paso a la amargura y al resentimiento para que no destruyan nuestra vida.( Basado en Mateo 6:12)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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