viernes, 4 de mayo de 2012

SOMOS SEMBRADORES


«Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas» (Salmo 126:6).

¿Cómo se gana usted la vida? ¿Trabaja en una oficina? ¿Trabaja al aire libre? ¿Es maestro? ¿Se dedica a la carpintería o a la enfermería? Tal vez usted sea estudiante o ama de casa. Tengo una noticia para usted: Si ama al Señor y quiere que su reino crezca, también es agricultor.
Jesús dijo que aquellos que difunden el evangelio son como un sembrador que esparce semillas en un campo. El campo no es suyo, sino de su amo. El sembrador tampoco esparce su semilla, sino la de su Señor. Cuando acudimos a Jesús  y le pedimos que nos enseñe su evangelio, él llena nuestro cesto con la buena semilla del reino. Luego podemos ir en nombre de nuestro Señor y esparcir la preciosa verdad.
El buen sembrador esparce mucha semilla en todas las direcciones. Si apuntamos bajo, tendremos  la certeza de dar en el blanco. Sin embargo, nuestro deber es apuntar alto y sembrar con generosidad, sin desanimarnos. No podemos seguir desaprovechando las oportunidades de sembrar que se nos presenten. Estamos rodeados de campos. No espere que Dios lo guíe, porque él ya lo hizo. No diga que está buscando una puerta abierta; la puerta está abierta de par en par; y estará así hasta el día no muy lejano en que Dios la cierre y entonces ya no será posible sembrar más. 
¿Cómo tenemos que sembrar? Con generosidad  «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Cor. 9:6).
Siembre apasionadamente. Aquí aparecen las lágrimas. «Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, pero al volver vendrá con regocijo trayendo sus gavillas» (Sal. 126:6). Si no las regamos con nuestras lágrimas, las semillas no germinan.
Siembre con paciencia. «No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gal. 6: 9). ¡No se rinda! El sembrador no siembra el lunes para segar el martes, ni aun la semana o el mes siguiente. Sencillamente, deposite la semilla y confíe los resultados a Dios. Basado en Mateo 13:1-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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