domingo, 20 de enero de 2013

JESÚS REVELA AL PADRE

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Juan 17:6.

Si los pobres y los iletrados no son capaces de entender la Biblia, entonces la misión de Cristo a nuestro mundo fue inútil, porque él dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos" (Luc. 4:18). Cristo dirigió la orden de escudriñar las Escrituras no solo a los fariseos y escribas, sino a la gran multitud del pueblo común que se apiñaba a su alrededor.
Si la Biblia no puede ser entendida por todo tipo de persona, ya sea rica o pobre, ¿para qué se necesitaría la orden del Salvador de indagar en las Escrituras? ¿Qué provecho habría en escudriñar lo que jamás podría entenderse?... El deber de cada persona inteligente es escudriñar las Escrituras. Cada uno debiera saber con certeza las condiciones sobre las cuales se provee la salvación... Los fariseos y los maestros religiosos representaban tan mal el carácter de Dios que fue necesario que Cristo viniera al mundo a representar al Padre. A causa de las sutilezas de Satanás, hombres y mujeres fueron llevados a acusar a Dios de poseer atributos satánicos; pero el Salvador replegó las gruesas tinieblas que Satanás había extendido ante el trono de Dios para interceptar los rayos brillantes de misericordia y amor que venían de Dios a nosotros...
Cristo tomó la humanidad sobre sí para que la luz y el resplandor del amor divino no extinguieran la raza humana. Cuando Moisés imploró: "Te ruego que me muestres tu gloria", fue colocado en la hendidura de la peña, y el Señor pasó ante él (Éxo. 33:18-23). Cuando Felipe le pidió a Jesús que le mostrara al Padre, él dijo: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9)...
En un lenguaje sencillo, el Salvador le enseñó al mundo que la ternura, la compasión, el amor que él manifestó hacia la humanidad, eran los mismos atributos de su Padre en el cielo. Toda doctrina de gracia que él presentaba, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina que él ejercía, tenía su fuente en el Padre de todos. En la persona de Cristo contemplamos al Dios eterno ocupado en una empresa de misericordia ilimitada hacia la raza caída.— Signs of the Times, 20 de agosto de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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