domingo, 20 de enero de 2013

UN ERROR FATAL

Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. (Deuteronomio 30:15,16).

Es muy probable que las dos lecturas anteriores sobre Todd Marinovich aún te incomoden con preguntas difíciles de responder. ¿Por qué Todd, que tenía un futuro en teoría muy brillante, fracasó tan estrepitosamente? ¿Por qué cayó esclavo de las drogas, aunque lo criaron con una alimentación óptima? ¿Cuál fue el error fatal?
La respuesta sin duda debe ser compleja, pero creo que un elemento importante fue que Todd mismo no tuvo la oportunidad de decidir si quería ser una estrella. Ese era, más bien, el deseo de su padre. El artículo de Mike Sager que te mencioné ayer aporta información importante al respecto. Marc Marinovich empezó a entrenar a su hijo mientras todavía estaba en la cuna. A los tres años, Todd lanzaba y pateaba la pelota tanto con la derecha como con la izquierda, entrenaba y levantaba pesas. El día que cumplió cuatro años, ¡Todd corrió cuatro millas por la playa en tan solo 32 minutos!
Fue entrenado desde niño para soportar el dolor. De hecho, más tarde ganaría un partido lanzando la pelota varias veces con el dedo pulgar de la mano lanzadora fracturado. Cuando estaba en tercero de secundaria (tenía catorce años, aproximadamente) su horario de entrenamiento semanal era el siguiente: cuatro días levantaba pesas y tres días hacía trabajo más ligero y corría; tenía dos sesiones a la semana con el entrenador de lanzamiento, tres sesiones semanales con el entrenador de pista, una sesión diaria con el entrenador de baloncesto, y lanzaba una pelota de béisbol durante dos horas diarias. Además, entrenaba dos veces al día con el equipo de fútbol. Su padre era obsesivo e inflexible. Deseaba ardientemente que Todd lograra ser lo que él no pudo alcanzar. Sin embargo, nadie puede decidir por otro. Los sueños se pueden compartir, pero no imponer.
Dios no es así. Él nos invita, nos da oportunidades, llama a nuestro corazón, pero nunca nos obliga. Tú puedes decidir tomar la dirección equivocada en tu vida, pero seguirás respirando y el sol saldrá otra vez en el horizonte. Satanás, por otro lado, nos engaña, nos soborna o nos extorsiona para que hagamos su voluntad. Si pudiera nos obligaría. Dios, sin embargo, respeta nuestra capacidad de decidir.
A fin de cuentas, nadie se salvará o se perderá porque otro lo haya obligado. La decisión siempre será personal. Elige hoy a Cristo como entrenador de tu vida.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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