lunes, 7 de enero de 2013

LA BRUJA DE WALL STREET - 2


Por eso mismo pagan ustedes impuestos, pues las autoridades están al servicio de Dios, dedicadas precisamente a gobernar (Romanos 13:6).

El Comentario bíblico adventista dice, refiriéndose a Romanos 13:6: «Es evidente que los primeros cristianos consideraban como una cuestión de principio el pagar impuestos, quizá como obediencia a las enseñanzas de Cristo (Luc. 20:20-25), lo que se refleja en Romanos 13:7». La cuestión es sumamente seria y requiere cuidadosa consideración. Los cristianos pagan impuestos, incluso cuando no están de acuerdo con las directrices que sigue el gobierno de su país.
Pero «la bruja» de Wall Street, que te presenté ayer, no pensaba lo mismo. Era extremadamente avara. Cambiaba a menudo de lugar de residencia para evitar el pago de impuestos de sus numerosas propiedades. Cuando tenía treinta y tres años se casó con Edward Henry Creen, otro multimillonario. Edward sentía que su matrimonio con Hetty era un acuerdo muy «interesante». Detectó en su esposa una sagacidad innata para los negocios, y se propuso enseñarle los secretos de la prosperidad financiera. Jamás se imaginó con quién se había juntado. Un año le bastó a «la bruja» para arrebatarle a su marido el control de todos sus negocios. Hasta que un día en que su esposo no siguió su consejo en una operación de compra de acciones de una empresa ferroviaria, lo echó a la calle. El desdichado Edward terminó sus días en una pensión para pobres.
Así continuó la historia, hasta que finalmente «la bruja» se fue a vivir con una amiga rica, la condesa Anne Leary. Aquella fue la última vez que vivió en un ambiente agradable, comió tres veces al día y durmió en una cama cómoda y limpia. Pero no lucia amistad la que la llevó a vivir con su amiga, sino consumar su plan de no pagar impuestos al gobierno. Después de una larga y costosa lucha por parte del gobierno para cobrarle los impuestos por su fortuna, «la bruja» se salió con la suya. Puesto que había dejado todo a su único hijo Ned y que no tenía domicilio registrado, fue imposible para el Estado de Nueva York identificar su residencia.
La fidelidad del cristiano se refleja en los pequeños detalles de la vida. Aunque nuestra ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20) aún vivimos en esta tierra. Por lo tanto, tenemos una serie de responsabilidades que debemos cumplir fielmente. ¿Eres un ciudadano responsable para con tu país? Que al final de nuestras vidas Dios pueda decirnos: «¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!» (Mat. 25:21).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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