domingo, 10 de febrero de 2013

DAR ES UN HÁBITO NACIDO DEL AMOR



Cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado. 1 Corintios 16:2.

Dar es una parte de la religión del evangelio. El fundamento del plan de salvación fue puesto con sacrificio. Jesús abandonó las cortes reales y se hizo pobre para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos. La vida de Cristo en la tierra fue una vida de desinterés: se distinguió por la humillación y el sacrificio. ¿Es el siervo mayor que su Señor? ¿Debiéramos nosotros, partícipes de la gran salvación que él obró por nosotros, rehusarnos a seguir a nuestro Señor y a compartir su negación propia? ¿Practicará el Redentor del mundo la abnegación y el sacrificio por nosotros, y los miembros del cuerpo de Cristo se entregarán a la complacencia propia? La abnegación es una condición esencial del discipulado...
Cristo, como nuestra cabeza, nos guía en la gran obra de salvación. El ha dado a su pueblo un plan para obtener sumas suficientes con las cuales financiar sus empresas. El sistema del diezmo se remonta hasta más allá del tiempo de Moisés. Ya en los días de Adán se requería de los hombres que ofreciesen a Dios donativos de índole religiosa...
Dios no nos obliga a dar para su causa. Nuestra acción debe ser voluntaria. No desea que su tesorería se llene con ofrendas hechas de mala gana. Su intención con el plan de dadivosidad sistemática era traernos a una relación íntima con nuestro Creador y a la simpatía y el amor hacia nuestros semejantes, colocando de tal manera responsabilidades sobre nosotros que contrarrestaran el egoísmo y fortalecieran los impulsos desinteresados y generosos. Tendemos a ser egoístas y cerrar nuestros corazones a las acciones generosas. El Señor requiere que se hagan donativos en tiempos determinados, para establecer el hábito de dar y para que la benevolencia se considere como un deber cristiano. El corazón abierto por un donativo, no debe tener tiempo para enfriarse egoístamente y cerrarse antes que se otorgue la próxima ofrenda...
Cada hombre, mujer y niño puede convertirse en un tesorero para el Señor...
Es por nuestro bien que él ha planeado que tengamos una parte en el avance de su causa. Él nos ha honrado al hacernos colaboradores suyos. Él ha ordenado que exista una necesidad de la cooperación de su pueblo, para que puedan cultivar y mantener activos sus afectos benévolos.— Signs of the Times, 18 de marzo de 1886; parcialmente en Testimonios para la iglesia, tomo 3, p. 428.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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