viernes, 8 de marzo de 2013

CONFIEMOS EN LA PALABRA, NO EN LOS SENTIMIENTOS


La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros. Colosenses 3:16.

La Palabra de Dios es el fundamento de nuestra fe, y por lo tanto es por la Palabra de Dios que podemos obtener evidencia de nuestra condición ante Dios. No hemos de hacer de nuestros sentimientos una prueba por la cual discernir si gozamos del favor de Dios o no, ya sea que los consideremos animadores o no. Tan pronto como comenzamos a contemplar los sentimientos, estamos en terreno peligroso. Si nos sentimos gozosos, confiamos en que estamos en una condición favorable, pero cuando viene un cambio, como sucederá, porque las circunstancias se presentarán de manera que los sentimientos de depresión den tristeza al corazón, naturalmente nos inclinaremos a dudar que Dios nos haya aceptado...
Satanás no tardará en presentarle al alma arrepentida sugestiones y dificultades para debilitar la fe y destruir el valor. Él tiene múltiples tentaciones que puede enviar como tropas a la mente, una tras otra, pero los cristianos no deben concentrarse en sus emociones ni ceder a sus sentimientos, o pronto albergarán al invitado maligno, la duda, y se enredarán en las perplejidades del desánimo...
No exalte sus sentimientos ni sea influido por ellos, ya sea que fueren buenos, malos, tristes o alegres... La Palabra de Dios es la que tiene que ser su seguridad... Hay una guerra en la que cada alma que desea la corona de la vida debe enfrascarse. Pulgada tras pulgada el vencedor debe pelear la buena batalla de la fe, utilizando las armas de la Palabra de Dios. Debemos enfrentar al enemigo con un "escrito está"...
Cuando el enemigo comienza a apartar la mente de Jesús, a descartar su misericordia, su amor, su toda suficiencia, no le dedique tiempo precioso a la consideración de sus sentimientos, sino corra hacia la Palabra. En las Escrituras, Cristo se presenta como Aquel por quien Dios hizo los mundos. Él es la luz del mundo, y al estudiar la Palabra, nosotros, los que buscamos la luz, encontramos iluminación celestial...
¿Qué esperamos conseguir con el anhelo de que todo el mundo se convierta a Jesús al creer en su amor perdonador, cuando nosotros mismos no creemos en su amor ni encontramos reposo en su gracia? ¿Cómo podemos de alguna manera llevar a otros a una certeza completa, a una fe simple, como de niño en nuestro Padre celestial, cuando medimos y juzgamos nuestro amor por él basados en nuestros sentimientos?— Signs of the Times, 3 de diciembre de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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