miércoles, 6 de marzo de 2013

EL GOZO DE AVANZAR LA OBRA DE DIOS


Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo. 1 Crónicas 29:16.

En la construcción del templo, el pedido de fondos recibió una respuesta calurosa. El pueblo no dio a regañadientes; se alegraron en la posibilidad de erigir un edificio para la adoración de Dios. Donaron más que suficiente para ese propósito. David bendijo al Señor ante toda la congregación, y dijo: "Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos" (1 Crón. 29:14)...
David entendía bien de quién procedían todas sus posesiones. Ojalá que todos los que hoy día se gozan en el amor de un Salvador advirtieran que su plata y su oro es del Señor, y deben ser usados para promover su gloria, y no retenidos de mala gana para enriquecerse y gratificarse a sí mismos. Él tiene un derecho indisputable a todo lo que le ha prestado a sus criaturas. Todo lo que ellas poseen es suyo.
Hay objetivos elevados y santos que requieren medios; cuando estos se invierten, le rendirán al dador un disfrute más elevado y permanente que si se los gastara en la gratificación personal o se los acumulara egoístamente por la avaricia de obtener ganancias...
Muchos retienen egoístamente sus medios y calman su conciencia con un plan de hacer algo grande para la causa de Dios después de su muerte. Hacen un testamento para donar una gran cantidad a la iglesia y sus agencias, y luego se tranquilizan con la sensación de que han hecho todo lo que requiere de ellos. ¿De qué manera se han negado a sí mismos en este acto? Por lo contrario, lo único que exhiben es egoísmo. Cuando ya no tengan uso alguno para su dinero, proponen dárselo a Dios. Pero lo retienen mientras puedan, hasta que son obligados a renunciar a él por un mensajero que no puede rechazarse.
Dios nos ha hecho a todos sus mayordomos, y en ningún caso nos autoriza a descuidar nuestro deber o dejar que otros lo cumplan. El pedido de medios para avanzar la causa de la verdad nunca será más urgente que ahora. Nuestro dinero nunca hará una mayor cantidad de bien que en el presente... Si dejamos que otros cumplan lo que Dios nos ha dejado a nosotros, obramos mal para con nosotros y Aquel que nos dio todo lo que tenemos... Dios desea en este asunto que todos sean los ejecutores de su propio testamento mientras estén vivos.— Review and Herald, 17 de octubre de 1882.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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