miércoles, 6 de marzo de 2013

¿RIVALES DE AMBANI?


Ciudad amurallada es la riqueza para el rico, y este cree que sus muros son inexpugnables (Proverbios 18:11).

¿Has oído hablar de la residencia Antilia de Mukesh Ambani en Bombay India, que tiene veintisiete pisos y vale casi dos mil millones de dólares? Pues cerca de allí se construyó un inmueble que le hace competencia en el horizonte salpicado de rascacielos de Bombay el edificio Singhania de Gautama inghania, que controla el Grupo Raymond, fabricantes de ropa.
Vistos a distancia, los dos edificios son notablemente similares. Ambos tienen elevadas columnas, enormes ventanales que miran hacia el mar y casi idénticas y complicadas fachadas. Ambos cuentan con un sentido similar de las proporciones y destacan la grandiosidad. En una ciudad donde el espacio se considera como el mayor de los lujos, ambos edificios proclaman a voz en cuello su exclusividad. A diferencia del Antilia, que tiene veintisiete pisos, desde el principio el Singhania fue una construcción misteriosa; no tenía una cantidad determinada de pisos ni fecha de conclusión. Eso sí, se planearon cinco pisos solamente para estacionamiento de automóviles y un piso completo para el museo en donde Gautama alojaría su colección de piezas de jade.
Es curioso, no obstante, que Mukesh Ambani y Gautama Singhania no sean los únicos multimillonarios que se construyen esta clase de edificios. Varios otros industriales de Bombay edificaron elevados rascacielos para su uso privado. Venugopal Dhoot, presidente de Industrias Videocom, se hizo su propia torre residencial en Mahalakshmi. Y la lista continuaría un buen rato.
Gulam Zia, de una exclusiva agencia inmobiliaria, dijo: «En la última década, los ricos de Bombay han salido al mercado en plan de venganza, buscando edificios distinguidos y atuendos exclusivos». Luego concluyó: «Las torres exclusivas de apartamentos satisfacen la misma necesidad de reconocimiento entre sus opulentos propietarios cuyo número sigue creciendo».
Necesidad de reconocimiento, búsqueda de seguridad, deseos de impresionar a otros; la vieja inclinación de la humanidad a parecer antes que ser. Tristemente, la búsqueda de satisfacción en el reconocimiento de otros está condenada al fracaso porque los demás buscan lo mismo. Buscar reconocimiento, no darlo, es la estrategia humana.
Te animo a que sigas un camino diferente. Busca el reconocimiento de Dios. Haz de su aprobación el más codiciado de tus premios. Permite que él sea la torre de tu fortaleza.  Imagínalo que bonito sería que cuando otros conversen contigo durante este día, lleguen a la conclusión de que tu vida está escondida con Cristo en Dios (Col. 3:3).

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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